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Viendo las estrellas
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Una pareja joven, de aspecto agradable, entró en mi farmacia.
La mujer dijo, ‘Me gusta este cepillo para el cabello, por favor.
Oh, y un paquete de chicle sin azúcar. Oh, y me llevaré también
uno de esos’, añadió, señalando en el mostrador un kit
de prueba de embarazo. Lo puse en una bolsa de papel,
y cuando estaba devolviéndole el cambió, le guiñé a ella
un ojo y dije, ‘¡Los dedos cruzados!’ ‘¿Qué ha dicho?’ preguntó
el hombre.
‘Estaba solamente deseándoles buena suerte’, dije.
‘Por qué no se ocupa de sus propios asuntos, amigo’,
siseó. ‘¿O le está dando una gran erección, pensando en que
mi chica deja caer sus bragas y mea en uno de esos palitos
de plástico?’
Un resonante, cavernoso vacío se expandió dentro de mí –me
sentí como Gaping Ghyll en el único día del año en que abren
al público. ‘Tiene razón, señor’, dije. ‘Me he pasado de la raya.
Soy normalmente un modelo de discreción y tacto, pero no sólo
he avergonzado a usted y a su buena señora, sino que he
traído la deshonra al antiguo arte de la farmacia.
Por favor, a manera de compensación, escojan algo y llévenselo
gratis.’ El hombre dijo, ‘Deme algo de speed’. ‘Eh, yo pensaba
más bien en un paquete de tiritas para los callos o un par de
tijeras de uñas. ¿Qué tal uno de estos palitos de cebada y azúcar
–van muy bien para las náuseas?’
‘Sólo cogeré sulfato de anfetamina’, dijo él enfurecido. Entonces
la mujer dijo, ‘Sí, y yo me llevaré unos pocos gramos de heroína.
De la más pura que usted dé a la gente con un exquisito dolor.
Y puede ponerla en una jeringa, ya que estamos’. ‘Pero piense
en el bebé’, dejé escapar.
Cuando la gente ha recibido un golpe en la cabeza, a menudo
hablan de ‘ver las estrellas’, y como hombre de ciencia había
sido siempre especialmente cuidadoso en evitar el uso informal
de metáforas e hipérboles. Pero yo vi las estrellas ese día.
Galaxias enteras de estrellas, y planetas girando alrededor de
ellas, cada uno con capacidad de sustentar la vida tal como la
conocemos.
Saludaba con la mano desde la portilla de mi cohete interestelar
mientras pasaba como un rayo, y desde dentro de sus capullos
acuosos millones de criaturas indefensas y semiformadas con
caras pastosas y dedos rosa traslúcidos me devolvían el saludo
con la mano.
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Seeing Stars
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A young, sweet-looking couple came into my pharmacy.
The woman said, “I’d like this hairbrush, please. Oh, and
a packet of sugar-free chewing gum. Oh, and I’ll take one
of these as well,” she added, pointing to a pregnancytesting
kit on the counter. I slipped it into a paper bag, and as I was
handing back her change I winked at her and said,
“Fingers crossed!” “What did you say?” asked the man.
“I was just wishing you luck,” I said. “Why don’t you mind
your own business, pal,” he hissed. “Or is it giving
you a big hard-on, thinking about my girl dropping her
knickers and pissing on one of those plastic sticks?”
A booming, cavernous emptiness expanded inside me—I
felt like Gaping Ghyll on the one day of the year they open it
up to the public. “You’re right, sir,” I said. “I’ve overstepped
the mark. I’m normally a model of discretion and tact, but not
only have I embarrassed you and your good lady, I’ve brought
shame on the ancient art of the apothecary. Please, by way of
recompense, choose something and take it, free of charge.”
The man said, “Give me some speed.” “Er, I was thinking more
like a packet of corn plasters or a pair of nail scissors. What
about one of these barley sugar sticks—they’re very good for
nausea?” “Just get me the amphetamine sulphate,” he fumed.
Then the woman said, “Yeah, and I’ll take a few grams of heroin.
The pure stuff you give to people in exquisite pain. And you can
throw in a syringe while you’re at it.” “But think of the baby,”
I blurted out.
When people have received a blow to the head they often
talk about “seeing stars,” and as a man of science I have
always been careful to avoid the casual use of metaphor and
hyperbole. But I saw stars that day.
Whole galaxies of stars, and planets orbiting around them, each
one capable of sustaining life as we know it. I waved from the
porthole of my interstellar rocket as I hurtled past, and from
inside their watery cocoons millions of helpless half-formed
creatures with doughy faces and pink translucent fingers
waved back.
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Simon Armitage
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Seeing stars: poems
Alfred A. Knoff
New York 2011
Nuestras versiones
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