–
[ezcol_1half]–
Hablan
–
«Hay alrededor una tal quietud que casi se puede oír
el tintineo de una cucharita que cae en Finlandia»
(I. Brodski)
–
¿Pero por qué siempre detrás de mi pared?
Siempre detrás, las voces, siempre
cuando cae la noche comienzan
a hablar, ladran o creen directamente
que susurrar es mejor. Mientras me siento
este hilo de aire frío de sus palabras
que me hiela, que me ata
y me atormenta en el sueño.
Siempre detrás de mi pared. Estaba
en los confines del círculo polar, e incluso allá
una pareja lloraba en su cuarto
del otro lado de un muro transparente, lloraba,
luminoso, blando, como la membrana
de un tímpano, y yo allí, vibrando,
hacía de caja de resonancia
de su historia. Hasta que refaccionaron
el techo de mi casa, la tubería,
la fachada, todo, y golpeaban
por todas partes, arriba, abajo, y golpeaban siempre,
parloteando entre ellos sólo cuando dormía,
sólo porque dormía,
sólo para que hiciera de caja de resonancia
de las historias de ellos.
[/ezcol_1half][ezcol_1half_end]
–
Parlano
–
C’è intorno una tale quiete che quasi si può udire
il tintinnare di un cucchiaino che cade in Finlandia
(I. Brodski)
–
Ma perché sempre dietro la mia parete?
Sempre dietro, le voci, sempre
quando scende la notte iniziano
a parlare, latrano o addirittura credono
che sussurrare sia meglio. Mentre mi sento
questo filo d’aria fredda delle loro parole
che mi gela, che mi lega
e mi tormenta nel sonno.
Sempre dietro la mia parete. Ero
ai confini del circolo polare, e anche laggiù
una coppia piangeva nella sua stanza
oltre un muro trasparente, piangeva,
luminoso, tenero come la membrana
di un timpano, e io stavo lì vibrando
facevo da cassa armonica
alla loro storia. Fino a che, a casa mia,
hanno rifatto il tetto, le tubature,
la facciata, tutto, e battevano
ovunque, sopra, sotto, e battevano sempre
chiacchierando tra loro solo quando
dormivo,
solo perché dormivo,
solo perché facessi da cassa armonica
alle loro storie.
[/ezcol_1half_end]
–
Valerio Magrelli
–
Hablan
Esercizi di tiptologia
Mondadori, Milán, 1992
Versión de Jorge Aulicino
–
0 comentarios