Vida
.

Esa sombra o tristeza masticada que pasa doliendo no

oculta las palabras, por más que los ojos no miren lastimados.

Doledme.

No puedo perdonarte, no, por más que un lento vals

levante esas olas de polvo fino, esos puntos dorados que

son propiamente una invitación al sueño de la cabellera,

a ese abandono largo que flamea luego débilmente ante

el aliento de las lenguas cansadas.

.

Pero el mar está lejos.

Me acuerdo que un día una sirena verde del color de

la Luna sacó su pecho herido, partido en dos como la

boca, y me quiso besar sobre la sombra muerta, sobre las

aguas quietas seguidoras. Le faltaba otro seno. No volaban

abismos. No. Una rosa sentida, un pétalo de carne,

colgaba de su cuello y se ahogaba en el agua morada, mientras

la frente arriba, ensombrecida de alas palpitantes,

se cargaba de sueño, de muerte joven, de esperanza sin

hierba, bajo el aire sin aire. Los ojos no morían. Yo podría

haberlos tenido en esta mano, acaso para besarlos,

acaso para sorberlos, mientras reía precisamente por el

hombro, contemplando una esquina de duelo, un pez brutal

que derribaba el cantil contra su lomo.

Esos ojos de frío no me mojan la espera de tu llama, de

las escamas pálidas de ansia. Aguárdame. Eres la virgen

ola de ti misma, la materia sin tino que alienta entre lo

negro, buscando el hormigueo que no grite cuando le hayan

hurtado su secreto, sus sangrientas entrañas que salpiquen.

(Ah, la voz: “Te quedarás ciego”.) Esa carne en

lingotes flagela la castidad valiente y secciona la frente

despejando la idea, permitiendo a tres pájaros su aparición

o su forma, su desencanto ante el cielo rendido.

¿Nada más?

Yo no soy ese tibio decapitado que pregunta la hora,

en el segundo entre dos oleadas. No soy el desnivel suavísimo

por el que rueda el aire encerrado, esperando su

pozo, donde morir sobre una rosa sepultada. No soy el

color rojo, ni el rosa, ni el amarillo que nace lentamente,

hasta gritar de pronto notando la falta de destino, la meta

de clamores confusos.

Más bien soy el columpio redivivo que matasteis anteayer.

Soy lo que soy. Mi nombre escondido.

.

 

 

 

 

 

 

 

 

.

Vicente Aleixandre

Vida

Pasión de la tierra, 1

1928-1929

En Obras Completas,

volumen I de poesía (1924-1967)

Editorial Aguilar

segunda edición-primera reimpresión-1978

Madrid

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

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