Gasman se pasó por la sucursal del Banco Xprime más próxima a su casa;
iba a cobrar el finiquito de uno de sus últimos trabajos que concluyó con éxito, el de
boxeador sustituto en tres combates de peso mosca.
Se dirigió a uno de los innecesarios empleados del Banco, que lo remitió a otro,
que lo remitió a otro, que lo remitió a otro, que lo remitió al primero, que le dijo: «es una
cadena necesaria; una defensa contra la facilidad en la gestión financiera, y ha tenido
suerte, hay clientes que no lo logran nunca».
Enseguida, el innecesario se quitó las telarañas de la cara, del pelo castaño
y de las orejas y las plegó con mucho cuidado, tal vez para volvérselas a poner cuando
acabara la gestión con Gasman. El puro aburrimiento soportado durante años le había
macerado la piel, que tenía un color entre blanco orgánico y blanco fatal, sin salchichas
ni lazos.
«Van a ser exactamente 42 dólares», le dijo a Gasman; «ya sabe que el dinero líquido
no existe en nuestra entidad bancaria; de manera que puede elegir entre fondos
pervertidos de capital volátil y fondos pervertidos descapitalizados a 500 puntos.»
«Ya», se limitó a contestar Gasman.
«Y no coja más folletos de publicidad, que son de papel satinado», añadió.
«Son para la cabra, no come otra cosa.», alegó Gasman.
«Por eso. Ni un folleto más», le ordenó el innecesario.
«Y decídase con el cobro de los 42 dólares, que los fondos se autodestruyen treinta
minutos después de la oferta, y ya han pasado quince minutos desde que se la he
hecho formalmente.»
«Me voy a quedar con los pervertidos descapitalizados a 500 puntos.» dijo Gasman.
«En tal caso, ventanilla 12A, que acaba de cerrar al público, así que tendrá que
volver mañana.»
«Pues entonces me quedo con los fondos pervertidos de capital volátil», replicó
Gasman.
«Ventanilla 3B, que hoy no abre porque es San Pulcro, su patrón, así que tendrá
que volver mañana.»
Gasman cogió otro folleto de papel satinado antes de abandonar la sucursal del
Banco Xprime, «su tranquilidad es nuestro desvelo.»
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