ralph waldo emerson
shakespeare or the poet
representative men – 1850
Shakespeare está fuera de la categoría de autores eminentes,
como está fuera de la multitud. Es inconcebiblemente sabio; los
otros, concebiblemente.
Un buen lector puede, en cierto modo, acurrucarse en el cerebro
de Platón y pensar desde allí; pero no en el de Shakespeare.
Todavía estamos al aire libre. Para la creación, Shakespeare es
único. Nadie puede imaginar mejor.
Es el alcance más lejano de la sutileza compatible con un yo
individual, el más sutil de los autores. Con esta sabiduría de la vida,
iguala su dotación de imaginación y de poder lírico. Vistió a las
criaturas de sus leyendas con forma y sentimientos, como si fueran
personas que hubieran vivido bajo su techo; y pocos hombres han
dejado personajes tan distintos como estas ficciones, que hablaron
en un lenguaje tan dulce como apropiado.
Sin embargo, sus talentos nunca lo sedujeron a la ostentación, ni tocó
sólo una cuerda. Una humanidad omnipresente coordinaba todas sus
facultades. Si se da a un hombre de talento una historia que contar,
su parcialidad pronto aparecerá.
Tiene ciertas observaciones, opiniones, temas, que tienen alguna
prominencia accidental, y los dispone todos para exhibirlos. Atiborra
esta parte y mata de hambre a la otra, consultando no la conveniencia
de la cosa, sino su propia idoneidad y fuerza.
Pero Shakespeare no tiene ninguna peculiaridad, ningún tema inoportuno;
todo está debidamente dado; sin filones, sin curiosidades: no es pintor
de vacas, no es criador de pájaros, no tiene manierismos: no tiene
egoísmo detectable: lo grande lo dice grandemente; lo pequeño,
subordinadamente. Es sabio sin énfasis ni reivindicación; es fuerte como
la naturaleza, que eleva la tierra de las laderas de las montañas sin
esfuerzo, y por la misma regla hace flotar una burbuja en el aire,
y le gusta tanto hacer lo uno como lo otro.
Esto lo hace igualmente poderoso en la farsa, la tragedia, la narrativa
y las canciones de amor; un mérito tan incesante, que cada lector
queda incrédulo de su percepción.
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