raymond carver

De Bajo una luz marina

In a marine light

1986

 

 

 

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balsa wood

 

 

My dad is at the stove in front of a pan with brains

and eggs. But who has any appetite

this morning? I feel flimsy as

balsa wood. Something has just been said.

My mom said it. What was it? Something,

I’ll bet, that bears on money. I’ll do my part

if I don’t eat. Dad turns his back on the stove,

“I´m in hole. Don’t dig me deeper”.

Light leaks in from the window. Someone’s crying.

The last thing I recall is the smell

of burned brains and eggs. The whole morning

is shoveled into the garbage and mixed

with other things. Sometime later

he and I drive to the dump, ten miles out.

We don’t talk. We throw out bags and cartons

onto a dark mound. Rats screech.

They whistle as they crawl out of rotten sacks

dragging their bellies. We get back in the car

to watch the smoke and fire. The motor’s running.

I smell the airplane glue on my fingers.

He looks at me as I bring my fingers to my nose.

Then looks away again, toward town.

He wants to say something but can’t.

He’s a million miles away. We’re both far away

from there, and still someone’s crying. Even then

I was beginning to understand how it’s possible

to be in one place. And someplace else, too.

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madera de balsa

 

 

Mi padre está en el fogón delante de una sartén con sesos

y huevos. Pero ¿quién tiene ganas de comer algo

esta mañana? Me siento tan frágil

como la madera de una balsa. Alguien acaba de decir algo.

Fue mi madre. ¿Qué dijo? Apostaría

a que algo relacionado con el dinero. Contribuyo

si no como. Mi padre se vuelve desde el fogón,

“Estoy en un agujero. Imposible hundirme más”.

La luz se filtra desde la ventana. Alguien llora.

Lo último que recuerdo es el olor

a quemado de los sesos y los huevos. Toda la mañana

estuvieron en el cubo de la basura mezclados

con otras cosas. Poco después

él y yo vamos en coche hasta el vertedero, a diez millas.

No hablamos. Arrojamos las bolsas y los cartones

al oscuro montón. Chillidos de ratas.

Silban cuando salen de las bolsas podridas

arrastrando la tripa. Volvemos al coche

para mirar el fuego y el humo. El motor en marcha.

Huelo en mis dedos el pegamento del avión.

Me mira cuando me llevo los dedos a la nariz.

Luego mira a lo lejos otra vez, hacia la ciudad.

Quiere decir algo pero no puede.

Está a muchas millas de distancia. Ambos estamos muy lejos

de aquí, y alguien sigue llorando. Es entonces

cuando empiezo a entender cómo es posible

estar en un sitio. Y en algún otro, a la vez.

 

 

Versión de Jaime Priede

 

madera de balsa

 

Mi viejo parado frente a la cocina sostiene

sobre la hornalla encendida una sartén

en la que prepara un revuelto de huevos y seso.

Yo me pregunto: ¿Quién tiene hambre esta mañana?

En un día como el de hoy siento en mi cuerpo

la porosa fragilidad de la madera de balsa.

Las palabras flotan en el aire. Algo ha sido dicho.

Mamita lo dijo. ¿Qué es lo que dijo?

Algo, estoy seguro, relacionado con el dinero.

Quiero ayudarlos. Lo haré si no desayuno.

Mi viejo le da la espalda a la cocina oxidada.

Grita: «estoy en un pozo»,

vuelve a gritar: «no me hundas más».

La luz se filtra a través de la ventana.

Alguien llora.

Lo único que puedo recordar es el olor intenso

del seso y los huevos quemados en la sartén.

La mañana entera mezclada con otros desechos

es arrojada al tacho de la basura.

Minutos más tarde salimos en el auto hacia la quema,

un viaje de unos 15 kms., no nos hablamos en el trayecto.

En los montículos, oscuros, malolientes,

tiramos nuestras bolsas y cajas de basura.

Las ratas chillan, emiten cortos silbidos,

se mueven arrastrando el vientre hinchado

entre los restos de los desperdicios putrefactos.

Volvemos al auto y observamos el fuego, las llamas,

el humo espeso que se adhiere a los charcos negros.

El motor del auto sigue funcionando.

Huelo el aroma del cemento para pegar avioncitos

que se ha quedado adherido a la punta de mis dedos.

Él me observa cuando acerco los dedos a mi nariz.

Después mira hacia otro lado, mira hacia el pueblo.

Quiere decir algo pero no puede.

Está a un millón de kms. de distancia.

Los dos estamos muy lejos, y alguien sigue llorando.

En ese momento yo empecé a comprender

cómo es posible estar en un sitio y en otro lugar también.

 

 

 

Versión de Esteban Moore

 

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Raymond Carver 

De «Bajo una luz marina» (In a marine light), 1986

 

 

 

 


 

 

 

 

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