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J’habite une douleur
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Ne laisse pas le soin de gouverner ton coeur à ces tendresses parentes de l’automne auquel elles
empruntent sa placide allure et son affable agonie. L’oeil est précoce à se plisser. La souffrance connaît peu de
mots. Préfère te coucher sans fardeau: tu rêveras du lendemain et ton lit te sera léger. Tu rêveras que ta maison
n’a plus de vitres. Tu es impatient de t’unir au vent, au vent qui parcourt une année en une nuit.
D’autres chanteront l’incorporation mélodieuse, les chairs qui ne personnifient plus que la sorcellerie du sablier.
Tu condamneras la gratitude qui se répète. Plus tard, on t’identifiera à quelque géant désagrégé, seigneur de
l’impossible.
Pourtant.
Tu n’as fait qu’augmenter le poids de ta nuit. Tu es retourné à la pêche aux murailles, à la canicule sans été.
Tu es furieux contre ton amour au centre d’une entente qui s’affole. Songe à la maison parfaite que tu ne verras
jamais monter. A quand la récolte de l’abîme? Mais tu as crevé les yeux du lion. Tu crois voir passer la beauté
au-dessus des lavandes noires…
Qu’est-ce qui t’a hissé, une fois encore, un peu plus haut, sans te convaincre?
Il n’y a pas de siège pur.
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Habito un dolor
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No dejes el cuidado de gobernar tu corazón a esas ternuras parientes del otoño, cuyo placido aspecto
y cuya afable agonia adoptan. El ojo se frunce precozmente.
El sufrimiento conoce pocas palabras. Prefiere acostarte sin carga: soñarás con el día de mañana y tu
lecho te será leve. Soñaras que tu casa ya no tiene cristales. Estás impaciente por unirte al viento, al viento
que recorre un año en una noche.
Otros cantarán la incorporación melodiosa las carnes que ya no personifican más que la hechicería del
reloj de arena. Condenarás la gratitud que se repite. Mas tarde te identificarán con algún gigante disgregado,
señor de Io imposible.
Sin embargo.
No has hecho más que aumentar el peso de tu noche. Has vuelto a la pesca en las murallas, a la canícula sin
verano. Estas furioso contra tu amor en el centro de un acuerdo que se vuelve loco. Piensa en la casa perfecta
que nunca verás crecer. ¿Para cuándo la cosecha del abismo? Pero le has sacado los ojos al león. Te parece
ver cómo pasa la belleza por encima de las lavandas negras…
¿Qué te ha alzado, una vez más, un poco más arriba, sin convencerte?
No hay asiento seguro.
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René Char
Le poème pulvérisé (1945-1947)
Traducción de
Santiago González Noriega
Catalina Gallego Beuter
Visor Madrid
1979
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