¿Acaso él consigue que tu piel se ilumine, insoportablemente hermosa;

que te sientas una estrella de oro sin peso; que seas el espacio íntimo y dulce de una flor,

cargada de azúcar, con aroma a violetas y a frutos negros?

¿Acaso él consigue que tu corazón se contraiga doscientas veces por minuto y que respires

con dolor y ahogo, como si estuvieras pariendo, como si estuvieras cayendo del cielo sin paracaídas?

¿Acaso él consigue que tengas una sensación de vida tan intensa y final que un milímetro,

un segundo más allá sólo puede estar la grieta entre el tiempo y la eternidad, entre el ahora y el siempre?

¿Acaso él consigue que desprendas esa temperatura azul de agua quemada por el viento?

¿Acaso él rejuvenece tus lirios y pone huevos en tu sangre y arranca tus diamantes en bruto

a dentelladas secas y calientes?

¿Acaso él consigue que te sientas devorada por un tiburón pero feliz como un mantel blanco;

ancha y fresca y liviana como las sábanas de la cama grande?

¿Acaso él te puebla de avestruces o pone en tu interior la inmensa playa de arrecifes del suroeste

de Madagascar?

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

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