samuel beckett: mercier y camier: páginas 29 a 31

 

 

traducción de félix de azúa

editorial lumen

 

 

¿En qué piensas, Mercier?

En el horror de la existencia, confusamente,

dijo Mercier.

¿Y si tomáramos un trago?, dijo Camier.

Creí que estábamos de acuerdo, dijo Mercier, en

no beber más que en caso de accidente, o de indispo-

sición. ¿ No figura así en nuestras numerosas conven-

ciones?

No se trata de beber, dijo Camier, se trata de to-

mar un vasito, sobre la marcha, para hacer de tripas

corazón.

 

Se detuvieron en el primer bar.

 

No quiero bicis aquí, dijo el patrón.

 

Tras meditarlo, puede que no se tratara más que

de un empleado.

 

Este la llama bici, dijo Camier.

Vámonos, dijo Mercier.

Miserables, dijo el barman.

¿Y ahora?, dijo Camier.

¿Y si la atásemos a un farol de gas?, dijo Mercier.

Estaríamos más libres de movimientos, dijo Camier.

Se decidieron finalmente por una verja. Era lo

mismo.

¿Y ahora?, dijo Mercier.

¿Volvemos a casa del señor Bici?, dijo Camier.

Jamás, dijo Mercier.

Jamás digas eso, dijo Camier.

Fueron, entonces, al bar de enfrente.

 

Sentados en la barra observaron cosas sueltas, de

cualquier manera, para no perder la costumbre. Ha-

blaban, se callaban, se escuchaban, dejaban de escu-

charse, cada uno a su modo y siguiendo su propio

ritmo. Había momentos, minutos enteros, en los que

Camier no tenía fuerzas ni para llevar el vaso hasta

los labios. En cuanto a Mercier, estaba sujeto al mis-

mo desfallecimiento. Entonces, el más fuerte daba de

beber al más débil, introduciéndole entre los labios el

borde del vaso. Masas tenebrosas y como de pelusa

se apretaban a su alrededor, más y más compactas a

medida que la hora avanzaba. Sin embargo, de este epi-

sodio surgió, entre otras cosas, lo que sigue.

 

 

1. Sería inútil, e incluso temerario, ir más lejos,

de momento.

2. No tenían más que pedirle a Héléne que los

cobijara por la noche.

3. Nada les impedía ponerse en camino a la ma-

ñana siguiente, a primera hora, y por tiempo indefinido.

4. No tenían nada que reprocharse.

5. ¿Acaso existía aquello que buscaban?

6. ¿Qué buscaban?

7. No había prisa.

8. Todos los juicios relativos a esta expedición

estaban por revisar, más reposadamente.

9. Una sola cosa importaba : irse.

10. Mierda.

 

De nuevo en la calle se tomaron del brazo. Tras

unos cientos de metros Mercier hizo observar a Ca-

mier que no iban al paso.

Tú tienes tu ritmo, dijo camier, yo el mío.

Yo no nos hago reproches, dijo Mercier. Pero es

muy cansado. Avanzamos a empujones.

 

Preferiría, dijo Camier, que me pidieras claramente

y sin ambigüedad, o que soltara tu brazo y me alejara,

o que me doblegara a tus titubeos.

 

Camier, Camier, dijo Mercier, apretando su brazo.

 

Llegados a un cruce se pararon.

 

¿Por dónde debemos arrastrarnos, en este momento?,

dijo Camier.

 

Nuestra situación es curiosa, dijo Mercier, quiero

decir en relación a la casa de Héléne, si no me equivoco.

Ya que las diversas calles que puedes observar, todas

conducen hasta ella con igual fortuna.

 

 

 

 

 

 

 

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