pessoal

139



No comprendo sino como una especie de falta de aseo esta inerte

permanencia en que yazgo de mi ‘misma e igual vida, quedada como polvo o

suciedad en la superficie de nunca cambiar.

Así como lavamos el cuerpo, deberíamos lavar el destino, cambiar de vida

como nos cambiamos de ropa —no para salvar la vida, como comemos y dormimos,

sino por ese respeto ajeno a nosotros mismos, al que con propiedad llamamos

aseo.

Hay muchos en quienes el desaseo no es una disposición de la voluntad, sino

un encogerse de hombros de la inteligencia. Y hay muchos en quienes lo apagado y

lo mismo de la vida no es una forma de quererla, o una natural resignación con el

no haberla querido, sino un apagamiento de la inteligencia de sí mismos, una ironía

automática del conocimiento.

Hay puercos a los que repugna su propia porquería, pero no se alejan de ella

por ese mismo extremo de un sentimiento por el que un empavorecido no se aleja

del peligro. Hay puercos de destino, como yo, que no se apartan de la trivialidad

cotidiana por esa misma atracción de la propia impotencia. Son aves fascinadas por

la ausencia de serpiente; moscas que vuelan por los troncos sin ver nada hasta que

llegan al alcance viscoso de la lengua del camaleón.

Así paseo lentamente mi inconsciencia consciente, en mi tronco de árbol de lo

usual. Así paseo mi destino que anda, pues yo no ando; mi tiempo que sigue, pues

yo no sigo. No me salva de la monotonía sino estos breves comentarios que hago

desde sus alrededores. Me contento con que mi celda tenga vidrieras por dentro de

las rejas, y escribo en los cristales, en el polvo de lo necesario, mi nombre en letras

grandes, firma cotidiana de mi escritura con la muerte.

¿Con la muerte? No, no con la muerte. Quien vive como yo no muere:

termina, se marchita, se desvegetaliza. El lugar donde estuve se queda sin estar él

allí, la calle por donde andaba se queda sin ser él visto allí, la casa donde vivía es

habitada por no-él. Es todo, y le llamamos la nada; pero ni esta tragedia de la

negación podemos representarla con aplausos, pues ni de verdad sabemos si no es

nada, vegetales de la verdad como de la vida, polvo que tanto está por dentro

como por fuera de los cristales, nietos del Destino e hijastros de Dios, que se casó

con la Noche Eterna cuando ella enviudó del Caos del que verdaderamente somos

hijos.


(Posterior a 1923)


 

Não compreendo senão como uma espécie de falta de

asseio esta inerte permanência em que jazo da minha mesma

e igual vida, ficada como pó ou porcaria na superficie de

nunca mudar.

Assim como lavamos o corpo deveríamos lavar o destino,

mudar de vida como mudamos de roupa — não para

salvar a vida, como comemos e dormimos, mas por aquele

respeito alheio por nós mesmos, a que propriamente chamamos

asseio.

Há muitos em quem o desasseio não é uma disposição da

vontade, mas um encolher de ombros da inteligência. E há

muitos em quem o apagado e o mesmo da vida não é uma

forma de a quererem, ou uma natural conformação com o

não tê-la querido, mas um apagamento da inteligência de si

mesmos, uma ironia automática do conhecimento.

Há porcos que repugnam a sua própria porcaria, mas se

não afastam dela por aquele mesmo extremo de um sentimento,

pelo qual o apavorado se não afasta do perigo. Há

porcos do destino, como eu, que se não afastam da banalidade

quotidiana por essa mesma atração da própria impotência.

São aves fascinadas pela ausência de serpente; moscas

que pairam nos troncos sem ver nada, até chegarem ao alcance

viscoso da língua do camaleão.

Assim passeio lentamente a minha inconsciência consciente,

no meu tronco de árvore do usual. Assim passeio o

meu destino que anda, pois eu não ando; o meu tempo que

segue, pois eu não sigo. Nem me salva da monotonia senão

estes breves comentários que faço a propósito dela. Contento-

me com a minha cela ter vidraças por dentro das grades,

e escrevo nos vidros, no pó do necessário, o meu nome

em letras grandes, assinatura quotidiana da minha escritura

com a morte.

Com a morte? Não, nem com a morte. Quem vive

como eu não morre: acaba, murcha, desvegeta-se. O lugar

onde esteve fica sem ele ali estar, a rua por onde andava fica

sem ele lá ser visto, a casa onde morava é habitada por nãoele.

É tudo, e chamamos-lhe o nada: mas nem essa tragédia

da negação podemos representar com aplauso, pois nem ao

certo sabemos se é nada, vegetais da verdade como da vida,

pó que tanto está por dentro como por fora das vidraças,

netos do Destino e enteados de Deus, que casou com a Noite

Eterna quando ela enviuvou do Caos que nos procriou.

 

 

 

Fernando Pessoa

Del español: 
Libro del desasosiego 139
Título original: Livro do Desassossego
© por la introducción y la traducción: Ángel Crespo, 1984
© Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997
Segunda edición
———————-
Del portugués:
Livro do Desassossego composto por Bernardo Soares
© Selección e introducción: Leyla Perrone-Moises
© Editora Brasiliense
2ª edición

 

 

 


 

 

 

 

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