60


Entré en la barbería de la manera acostumbrada, con el placer de serme fácil

entrar sin embarazo en las casas conocidas. Mi sensibilidad de lo nuevo es

angustiosa: tengo calma sólo donde ya he estado.

Cuando me senté en la butaca, pregunté, por un acaso que recuerda, al

muchacho barbero que me estaba poniendo al cuello un paño frío y limpio, qué tal

le iba al compañero de la butaca de la derecha, más viejo y con ingenio, que estaba

enfermo. Le pregunté sin que me apremiase la necesidad de preguntar: se me

ocurrió la oportunidad por el local y el recuerdo. «Se murió ayer», respondió sin

entonación la voz que estaba detrás del paño y de mí, y cuyos dedos se levantaban

de la última inserción en la nuca, entre mí y el cuello de la camisa. Toda mi buena

disposición irracional se murió de repente, como el barbero eternamente ausente

de la butaca de al lado. Hizo frío en todo cuanto pienso. No dije nada.

¡Añoranzas! Las tengo hasta de lo que no ha sido nunca mío, debido a una

angustia de fuga del tiempo y una enfermedad del misterio de la vida. Caras que

veía habitualmente en mis calles habituales, si dejo de verlas, me entristezco; y no

han sido nada mío, a no ser el símbolo de toda la vida.

¿El viejo sin interés de las polainas sucias, que se cruzaba frecuentemente

conmigo a las nueve y media de la mañana? ¿El vendedor de lotería cojo que me

molestaba inútilmente? ¿El vejete redondo y colorado del puro a la puerta de la

tabaquería? ¿El dueño pálido de la tabaquería? ¿Qué se ha hecho de todos ellos,

que, porque los vi y volví a verlos, fueron parte de mi vida? Mañana también

desapareceré yo de la Calle de la Plata, de la Calle de los Doradores, de la Calle de

los Lenceros. Mañana, también yo —el alma que siente y piensa, el universo que

soy para mí— sí, mañana yo también seré el que dejó de pasar por estas calles, el

que otros vagamente evocarán con un «¿qué será de él?» Y todo cuanto hago, todo

cuanto siento, todo cuanto vivo, no será más que un transeúnte menos en la

cotidianeidad de las calles de una ciudad cualquiera.

.

¿1934?

 

 

 


 

Entrei no barbeiro no modo do costume, com o prazer

de me ser fácil entrar sem constrangimento nas casas conhecidas.

A minha sensibilidade do novo é angustiante: tenho

calma só onde já tenho estado.

Quando me sentei na cadeira, perguntei, por um acaso

que lembra, ao rapaz barbeiro que me ia colocando no pescoço

um linho frio e limpo, como ia o colega da cadeira da

direita, mais velho e com espírito, que estava doente. Perguntei-

lhe sem que me pesasse a necessidade de perguntar:

ocorreu-me a oportunidade pelo local e a lembrança. «Morreu

ontem», respondeu sem tom a voz que estava por trás da

toalha e de mim, e cujos dedos se erguiam da última inserção

na nuca, entre mim e o colarinho. Toda a minha boa disposição

irracional morreu de repente, como o barbeiro eternamente

ausente da cadeira ao lado. Fez frio em tudo quanto

penso. Não disse nada.

Saudades! Tenho-as até do que me não foi nada, por

uma angústia de fuga do tempo e uma doença do mistério da

vida. Caras que via habitualmente nas minhas ruas habituais

— se deixo de vê-las entristeço; e não me foram nada, a não

ser o símbolo de toda a vida.

O velho sem interesse das polainas sujas, que cruzava

freqüentemente comigo às nove e meia da manhã? O cauteleiro

coxo que me maçava inutilmente? O velhote redondo e

corado do charuto à porta da tabacaria? O dono pálido da

tabacaria? O que é feito de todos eles, que, porque os vi e os

tornei a ver, foram parte da minha vida? Amanhã também

eu me sumirei da Rua da Prata, da Rua dos Douradores, da

Rua dos Fanqueiros. Amanhã também eu — a alma que

sente e pensa, o universo que sou para mim — sim, amanhã

eu também serei o que deixou de passar nestas ruas, o que

outros vagamente evocarão com um «o que será dele?». E

tudo quanto faço, tudo quanto sinto, tudo quanto vivo, não

será mais que um transeunte a menos na quotidianidade de

ruas de uma cidade qualquer.

 

Fernando Pessoa

Del español: 
Libro del desasosiego 46
Título original: Livro do Desassossego
© por la introducción y la traducción: Ángel Crespo, 1984
© Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997
Segunda edición
———————-
Del portugués:
Livro do Desassossego composto por Bernardo Soares
© Selección e introducción: Leyla Perrone-Moises
© Editora Brasiliense
2ª edición

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

radiografía

 

Algo que ahora sé, no tendría que haber ocurrido.

 

 

oficio

 

Algunos de mis amigos se hartan de lo mismo;
y ellos no escriben poemas.

 

balconcillos 19

 

Hay suficiente belleza en estar aquí y no en otra parte.