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Los leones rondaban la casa.

Los leones siempre rondaron.

Siempre se dijo que los leones rondaron siempre.

Parecían salir de los paraísos y el rosal.

Los leones eran sucios y dorados.

Ellos eran muy bellos.

Los ojos como perlas. Y un broche brillante en el pecho entre

aquel pelo áureo.

Los leones entraron a la casa.

Corrimos a esconder los floreros de sal, de azúcar, el cometa

Halley, las queridísimas sábanas nevadas, la colección de estampillas.

Y a traer los sudarios.

Los leones eran al mismo tiempo, presentes e invisibles, al

mismo tiempo, visibles e invisibles.

Se oía el rumor de la leche que robaban, el clamor de la miel

y la carne que cortaban.

Llevaron hacia afuera a la abuela oscura, la que tenía una guía

de rositas alrededor del corazón.

Y la comieron fríamente. Como en un simulacro.

Y, -icomo si hubiese sido un simulacro! – ella tornó a la casa Y

dijo: -Los leones rondaron siempre. Están delante de los paraísos y

el rosal. Dijo: -Los leones ya están acá.

 

 

Marosa di Giorgio

de La edad anaranjada

Colección Ave Roc

Fondo de Animal Editores

Guayaquil 2012 

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