Junnie y Preston

A los sencillos habitantes de la isla, tiernos o no, satisfechos o no, como el resto de los mortales,

a veces el amor los confunde, los equivoca, juega con ellos debajo de un sauce llorón, o en cualquier

otro lugar, y después ya no hay quien los detenga, después de saborearlo de veras ya no hay forma

de olvidarse de él, del amor, que es como un veneno rojo en la roja sangre.

– Dime que aún me amas, Preston.

– Aún te amo, Junnie Moon.

– Dime que aún me deseas.

– Aún te deseo, Junnie.

– Dime que soy la mujer de tu vida.

– Eres la mujer de mi vida.

– Dime que no has amado a nadie como a mí.

– No he amado a nadie como a ti, Junnie Moon.

– Dime que, desde que me viste, no has dejado de amarme ni un solo instante.

– Desde que te vi, Junnie, no he dejado de amarte ni un solo instante.

– Dime que te morirías sin mí, Preston.

– Sin ti, Junnie, me moriría.

– Dime que aún recuerdas nuestra primera cita, que aún recuerdas el tacto de mi piel.

– Aún recuerdo nuestra primera cita, Junnie, el tacto de tu piel, tu mirada, la violencia de tu pasión.

– Dime que todavía soy hermosa.

– Eres muy hermosa, Junnie, la mujer más hermosa que he conocido.

– Dime que nunca amarás a otra.

– Nunca podré amar a nadie después de haberte amado a ti.

– Dime que, sin mí, tu vida no tendría sentido.

– Sin ti, Junnie, mi vida no tendría ningún sentido.

Sí, a veces la vida nos dice lo que queremos oír, exactamente lo que queremos oír. Otras veces,

sin en embargo, se niega a decirnos lo que queremos oír, o nos dice exactamente lo contrario de lo

que queremos oír. Otras veces, las más, nos dice cosas que nos dejan indiferentes.

 

 

 

 

 

 

Narciso de Alfonso

Parejas vivas: Junnie y Preston


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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