sobre ·introito·
[el segundo libro se titula ·El silencio de las bestias· y el poema
se titula ·Introito·, es decir, introducción, sin más: suponemos que
se refiere a que vamos a entrar en su mundo y nos lo presenta.
Han pasado más o menos dos años desde el poema de Parque Jurásico.
De nuevo una película, tal vez, sobre los cazatornados de Ocklahoma,
que pueden ser los muchachos a los que nombra en el poema.
Cazar tormentas o tornados es su dedicación, nos explica, y la mayor
serie de tormentas de los últimos doce años está en marcha.
Es decir, de nuevo la aventura.
Pero mucho beso a tía Meg en la mejilla, y mucha fraternidad, y algún
siempre siempre siempre.
Y meriendas, comida que se comparte, más fraternidad por tanto.
El poema sigue siendo plano y claro, y nos sigue enganchando, retiene
nuestra atención hasta el final, aunque sea solamente por el número de
datos, por la información a la que debemos atender.
Y por ahí, suelto pero sin amenazar al poema, ni hacerlo girar, el tornado, que
con su centro inmóvil rodea, sin tocarlos, los postes. Y la misión de estos
chicos es averiguar el eje de rotación del tornado y tal, pero más bien
nos parece que ahora, en este poema, pesa mucho más el afecto,
la necesidad de besar a la tía, de ser uno con los amigos de aventuras.
Ese desplazamiento de la aventura infantil, que es sustituida por la panda
de amigos ni siquiera adolescentes, sino todavía en la infancia, es el único
cambio significativo que apreciamos entre los dos poemas.]
•
círculo de poesía
unai velasco
que somos buenos
Para Jade, que trajo los ciervos
«también las fieras salvajes»
Salmo VIII
Tengo miedo de las avispas
tengo miedo amarilla ictericia amarilla
hueso de pollo alojado en la garganta de las bestias
alojadas en la garganta.
Caballos blancos cinchas azules ¿qué has de temer?
de cincha amarilla y caballo ictericia temes
las patas otorgadas de los ciervos
que duermen sobre las hojas.
(Detente y escucha.)
Mientes cristal venido abajo.
No no tendré no tengo miedo soy bueno y observé
ciervos blancos ciervos traducidos de sol
contra mi ventana.
Mientes cristal venido abajo vienen a tu portal
por la mañana.
No temo al temor temo al portal
temo tu anillo negro de los malhumores
los camellos de adoración despacio
su camino incierto soy muy bueno
tengo el control sobre mi cuerpo y no temo que nada temo
no temo amarilla ictericia. Que somos buenos.
(Detente y escucha.)
Caballos blancos de pezuñas buenas ofrecidas
no tengas miedo de los ciervos de tendida pezuña hendida
y ligera
en su lugar
tendido azul abierto manillar del pecho ¿quién oye el
zumbar? también hizo a las fieras salvajes las avispas
el amarillo pollo entretenido hizo tu garganta
zumbaran porque enmendamos el temor
aquí
porque nos da la gana zumbaran alejándose de rica miel
zumbando y sin miedo sin miedo tu voz arrebatada hollada
ligeramente habla.
Quiero hablar quiero decirte que no deseo que a nada aspiro
que no temeré no temo a la avispa ictericia pero
tengo un hueso de pollo alojado en la garganta
tarasca de dientes por contar cervatillos blancos.
Yo tengo
el anillo azul de la ataraxia
somos buenos sabemos que
somos buenos que las avispas miden de un centímetro a
centímetro y medio amarillo punzón blanco de ciervo
que duerme en la ventana mentira
que duerme en los árboles y baja de día al portal.
Tengo miedo del miedo de las avispas del miedo de los ciervos
no dejes
no que somos buenos que ofrecemos nuestro cuerpo
en pira de bondad detente
y escucha sobre todo escucha y que así sea y que así
sea.
•
sobre ·que somos buenos·
[ezcol_1half]
[n.b.: no pretendemos analizar -ni nada parecido-
los poemas, la poesía de Unai Velasco.
Nos interesa solamente -en exclusiva- su uso
del lenguaje.
Los tres primeros poemas son bonitos como es
bonita la aventura infantil, con los peligros, y la
presencia incondicional de los primeros amigos.
Las cosas salen bien porque no pueden salir mal
todavía.
Y precisamente la aparición -tierna- del mal,
es lo que Unai nos muestra, a su modo, en este
poema.
Parece muy claro que el lenguaje se le complica
porque aparece una realidad nueva para la que
no tiene todavía palabras.
El poema deja de ser plano y claro: se ha
presentado algo que le sobrepasa a él, a Unai, y
que sobrepasa su capacidad de nombrar.
Tiene que identificarlo, es decir, darle una identidad,
saber con qué o con quién se está enfrentando, y
para ello cuenta con las palabras.
Es un poema que se alarga, insiste, repite.
Es un poema con lucha entre la realidad y el lenguaje.
El discurso lógico, más narrativo que poético, de
los primeros poemas ya no le sirve.
Como lectores percibimos que, a diferencia
de los poemas previos, Unai puede no lograrlo. O
puede lograrlo de forma parcial y menos satisfactoria.
Nos damos cuenta, desde el principio del poema,
que lo va a intentar pero que no tiene la seguridad
completa: nos va a ofrecer su manera propia,
personal, de enfrentar el asunto con el lenguaje,
con las palabras.
El miedo es su palabra para nombrar el mal -lo que daña-
que experimenta como amenaza, como peligro.
Ya no es el miedo infantil al Rex o a los tornados:
el asunto se le ha ido de las manos: ahora es miedo
a las avispas, que pican y producen ictericia.
Pero no sólo a las avispas: hay un segundo miedo:
a los huesecillos -que son bestias- que lo pueden
atragantar.
Claro que es espléndido haber visto, en unos
pocos poemas, cómo su miedo ha cambiado por
completo.
Se pregunta, como caballo blanco con cinchas azules,
qué puede temer de los caballos amarillos con cinchas
amarillas, y se responde:
las patas otorgadas de los ciervos
que duermen sobre las hojas.
Lo que no tiene ningún sentido para nosotros, y
desconocemos qué sentido tiene para él.
Las patas de los ciervos que duermen no son motivo
de miedo.
Aquí recurre a algo que suele ser muy molesto para
el lector -y, se supone, para él mismo-: no dice que
tenga miedo a los ciervos, sino a las patas de los
ciervos (que duermen).
La lógica se rompe dos o tres veces en un verso.
Ahora se aconseja: detente y escucha.
Y añade: Mientes cristal venido abajo.
Nos deja sin lenguaje proposicional, judicativo,
-el que siempre usamos-, es decir: no hay sujeto,
verbo, predicado. No nos ayuda a averiguarlo ni
con los signos de puntuación.
Ahora intenta sobreponerse: no tiene miedo porque
es bueno y vio ciervos blancos, de sol, en su ventana.
Es decir: como es bueno, no teme. Pero, además,
contra las patas de los ciervos (que duermen)
alega que vio ciervos blancos de sol.
Mientes cristal venido abajo vienen a tu portal
por la mañana.
Veamos: puede que una segunda voz le diga a él:
Mientes cristal venido abajo
(porque) vienen a tu portal por la mañana y no
a la ventana.
[cabe pensar en una segunda voz porque de hablar
de ciervos blancos contra mi ventana, pasa a decir:
vienen a tu portal por la mañana. Cambia el posesivo.]
Puede que la segunda voz sea la suya, que se corrija a
sí mismo sobre los ciervos: acuden al portal y no a la
ventana. Por fin, puede que los que acuden al portal no
sean los ciervos.
[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]
Sigue, y aclara:
temo al portal
temo tu anillo negro de los malhumores
los camellos de adoración despacio
su camino incierto.
Y de nuevo nombra, cita los elementos que
lo respaldan contra el miedo:
soy muy bueno
tengo el control sobre mi cuerpo
y no temo
nada temo
no temo amarilla ictericia.
Que somos buenos.
(Detente y escucha.)
Caballos blancos de pezuñas buenas ofrecidas
no tengas miedo
de los ciervos de tendida pezuña hendida y ligera
Se trata de un salmodio de tono infantil, repetitivo,
con el que -al parecer- quiere convencerse de que
no tiene miedo.
Dice a los caballos blancos -de pezuña buena-
que no tiene miedo de los ciervos de pezuña
hendida
[así, ya sabemos que cuando ha nombrado las
patas de ciervos, se refería a las pezuñas, que ahora
le dan miedo por hendidas.]
en su lugar
tendido azul abierto manillar del pecho
¿quién oye el zumbar?
también hizo a las fieras salvajes
las avispas
el amarillo pollo entretenido hizo tu garganta
zumbaran porque enmendamos el temor
aquí
porque nos da la gana
zumbaran alejándose de rica miel
zumbando y sin miedo sin miedo
tu voz arrebatada hollada ligeramente habla.
De nuevo alega argumentos que parecen
gratuitos para enfrentar el miedo. Utiliza zumbar
como irse o alejarse -de las avispas, suponemos-.
¿por qué se irán? porque enmienda el miedo
porque le da la gana
En la estrofa final no logra resolver nada.
Dice que no teme a la avispa, pero que tiene
un hueso en la garganta.
De nuevo salmodia: somos buenos, somos
buenos.
Concluye reconociendo, aceptando el miedo
a las avispas y a los ciervos, y pide ayuda:
no dejes, escucha, así sea, así sea.
[/ezcol_1half_end]
Este 4º poema de Unai Velasco, ·Que somos buenos·, es el primer poema
adulto que hemos leído de él, ya que los 3 anteriores eran de dinosaurios
y tornados.
Cuando ha tenido que enfrentar las dificultades de la poesía, con este 4º poema,
ha salido bastante mal parado, lo que -naturalmente- es un criterio personal.
Las imágenes son pobres y repetitivas; no se entiende lo que dice [sigo creyendo
que los versos que no se entiendan de un poema tienen que ser los mínimos e
imprescindibles, y siempre que el poeta haya mostrado su talento repetidamente].
Se trata de un poema largo de avispas y patas de ciervo de pezuña hendida que le dan
miedo.
Y de ahí no pasamos.
Puede ser pintoresco, curioso… ver cómo declara su impotencia ante el miedo, pero
ni el miedo que cuenta ni los modos de enfrentarlo me parecen de interés.
Un poema desafortunado, vaya.
narcisodaa