abril de 1882

 

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Y es el convencimiento de que nada (salvo la enfer­medad) puede quitarme esta fuerza que ahora comienza a desarrollarse» es esta conciencia que hace que encare el porvenir con valor y que en el presente pueda soportar tantos sinsabores.

Es una cosa admirable mirar un objeto y encontrarlo bello» reflexionar sobre él, retenerlo y decir en seguida: me voy a poner a dibujarlo y a trabajar entonces hasta que esté reproducido.

Es evidente desde luego, que ésta no es una razón para

sentirme satisfecho de mi obra hasta el punto de creer que no tendré necesidad de mejorarme. Pero el camino para hacerlo mejor más tarde, es hacerlo hoy lo mejor que pueda, entonces el progreso vendrá mañana naturalmente.

El pequeño dibujo que te adjunto es un trozo sacado de un gran estudio que tiene una expresión más sombría. Hay un poema de Tom Hood creo, en el cual habla de una “gran”dama que no puede cerrar los ojos en toda la noche porque habiendo salido durante el día para comprar un ves­tido, había visto trabajar en un cuarto lleno de humo a unas pobres costureras pálidas, tuberculosas y agotadas. Y he aquí que su opulencia le produce remordimientos de con­ciencia y que se despierta de noche llena de angustia. En una palabra, es una figura de mujer esbelta y blanca, inquieta en la noche sombría.

[La gran dama, tan célebre como Sorrow, para el que sirvió de modelo la compañera de Vincent en esta época, Christine, que él llama, por abreviación, «Sien». De ella se habla en las cartas siguientes].

Mauvc me reprocha por haber dicho: «yo soy un artis­ta», pero no me retracto, porque es evidente que esta pa­labra lleva implícita la significación de: a buscar siempre sin encontrar jamás la perfección». Es precisamente lo con­trario de: «ya lo sé, ya lo he encontrado».

Esta frase significa por lo tanto que yo sepa: «yo busco, yo persigo, y lo hago con todo mi corazón».

Sin embargo, tengo oídos para oír, Théo; cuando me dicen: «tiene usted mal carácter», ¿qué debo hacer?

He dado media vuelta y me he ido solo, pero con mucha pena en mi corazón, porque Mauve ha osado decirme eso. Yo no le pediré que me lo explique, ni tampoco me excu­saré con él. ¡Y sin embargo… y sin embargo… y sin em­bargo…!

Yo quisiera que Mauve se arrepintiese.

Se sospecha de mí alguna cosa —algo muy vago, que está en el aire—; hay alguna cosa detrás de mí. Vincent oculta algo que no puede exponer a la luz. Y bien, señores, os lo voy a decir, a vosotros que os atenéis a las formas y a la civilización, y merecidamente, pero a condición de que seáis sinceros: ¿qué es más civili­zado, más delicado, más viril: abandonar a una mujer o apiadarse de una abandonada?

Este invierno he encontrado una mujer encinta, abando­nada por el hombre de quien llevaba el niño en su cuerpo. Una mujer encinta que, en invierno, erraba por las calles, que debía ganar su pan tú sabes de qué manera. Yo he tomado a esa mujer como modelo y he trabajado con ella todo el invierno.

No he podido pagarle el salario completo de una mo­delo, esto no impide que le haya pagado sus horas de pose, y gracias a Dios haya podido salvarla, a ella y a su niño, del hambre y del frío, compartiendo con ella mi propio pan. Cuando encontré a esta mujer quedé impresionado por su aspecto de enferma.

Le he hecho tomar baños y fortificantes hasta donde he podido, y se ha puesto mucho más sana. He estado con ella en Leyde, donde hay un instituto para mujeres embarazadas y donde pueden ir a internarse. No era extraño que estuvie­ra enfermiza, porque la posición del niño era mala y tuvo que sufrir una operación, y sobre .todo hubo que colocar bien al niño con ayuda del fórceps. Sin embargo, hay mucha esperanza de que salga bien. Debe dar a luz en junio.

Me parece que cualquier hombre que valga por lo menos el cuero de sus zapatos, al encontrarse ante un caso seme­jante, hubiera hecho lo mismo.

Me parece tan simple y tan evidente lo que he hecho, que había creído poder guardarlo para mí. Posar le era difícil, sin embargo lo ha aprendido, y yo he hecho pro­gresos en mi dibujo porque tenía un buen modelo. Esta mujer está ahora apegada a mí como una paloma desam­parada; en cuanto a mí no puedo casarme más que una sola vez. ¿Y qué mejor ocasión que hacerlo con ella, pues­to que es la única manera de continuar ayudándola, ya que, si no, la miseria la arrojará de nuevo en el camino que lleva al precipicio? Ella no tiene dinero, pero me ayuda a ganarlo por medio de mi trabajo.

Estoy lleno de júbilo y de ambición por mi oficio y mi trabajo; si por algún tiempo he abandonado las pinturas y las acuarelas, es porque me ha amargado mucho el aban­dono de Mauve, y si él rectificara lo que ha dicho, podría volver a empezar con tesón. Pero por el momento, no puedo ni ver un pincel; me pone nervioso.

Yo había creído que me habría comprendido sin pa­labras. Por cierto que pensaba en otra mujer por quien ha latido mi corazón; pero ella estaba lejos y no quería verme, en tanto que ésta corría en invierno, enferma, encinta, ham­brienta i y no he podido proceder de otra manera! Mauve, Théo, Tersteeg, tenéis mi pan en vuestras manos, ¿me dejaréis sin pan o me volveréis la espalda? Ya he hablado y espero a ver qué me contestáis.

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CARTAS A THÉO

Vincent Van Gogh

Colección Idea Universitaria

Francisco de Oraa -Traductor

IDEA BOOKS, S.A.

BARCELONA

Segunda edición 1998

 

 

 

 

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