bodas de oro

Seguro que una vez fueron distintos,

fuego y agua, se distinguían violentamente,

se robaban y obsequiaban

en el deseo, en el asalto a la no semejanza.

Abrazados, se apropiaron y expropiaron

tanto tiempo

que en sus brazos sólo quedó un aire

transparente, después de que volaran los relámpagos.

Un día, la respuesta llegó antes que la pregunta.

Una noche, adivinaron la expresión de sus ojos

por el tipo de silencio, en la oscuridad.

El sexo se difumina, los secretos se marchitan,

las diferencias se encuentran en las semejanzas

como en el blanco todos los colores.

¿Cuál de ellos es doble y quien falta aquí?

¿Quién sonríe con dos sonrisas?

¿La voz de quién suena a dos voces?

¿En qué asentimiento se inclinan las cabezas?

¿De quién es el gesto que lleva las cucharas a la boca?

¿Quién le arrancó la piel a quién aquí?

¿Quién vive aquí y quién ha muerto

enredado en las líneas de la mano de quién?

Lentamente, de mirar fijamente nacen gemelos.

La familiaridad es la mejor de las madres:

no favorece a ninguno de sus hijos

y apenas si recuerda quién es quién.

En sus bodas de oro, en ese día solemne,

una paloma, vista idénticamente, se posó en la ventana.

Wislawa Szymborska

Poesía no completa

La sal, 1962

Edición y traducción de

Gerardo Beltrán, Abel A. Murcia

2ª edición

FCE, México, 2008


 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir