CALIPSO

 

CARLOS PARDO

 

 

En verano volví a leer poesía
y una tormenta sacudió la casa
con rítmicas correspondencias. 

Las higueras anfibias.
El jazmín sarmentoso.
La culebra mojada junto al haz
de paja. Anónimas avispas
clavadas en el tronco
del manzano
como nieve salvaje. 

La poesía me dio un yo
y dos planchas azules
reconocibles como cielo y mar. 

Entre ambas, el tachón
de la lluvia. Y arriba,
un sobrenatural gris Waterloo. 

Tenía un perceptible fondo
por el que deslizar
el sobrepeso de la perspectiva. 

Con la puesta de sol viene el banquete.
La casa en la colina
colonialmente absorbe la humedad de las huertas. 

Un octeto de ovejas
toca calipso. 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

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