–
[ezcol_2third]–
el amor padecido
–
Perdóname que cuando se detiene la tristeza a la entrada de la esperanza
adolescente, no asomen todas las palomas, las más blancas, con sus voces
humanas, preguntando sobre la ruta apasionada. He esperado mucho. Tanto,
que mis barbas de tiempo han tejido dos rostros, un aspa de tijeras con que
yo podría interrumpir mi vida silenciosa.
Pero no quiero. Prefiero ese ala muscular hecha de firmeza, que no teme herir
con su extremo la cárcel de cielo, la cerrazón de la altura emblanquecida. No
son dientes esos límites de horizonte, ese cénit instantáneo que en lo más alto
hace coincidir el péndulo con la sangre, la conjunción que no desmaya con su
tacto. Esperar en los límites de la vida, adormecer la criatura débil que nace con
una risa crepitante en el extremo de la ropa (allí donde no llega el latido cierto),
es una postura sí esperada, no cansada, no fatigosa, que no impide toser para
conocer la existencia, para amar la forma perpendicular de uno mismo.
–
La esperanza es lo cierto. Hay quien pretende haber tocado un día los límites
de la tierra, esa terrible herida que lleva uno ignorada en el costado. Pero no lo
creáis. A veces se ha visto salir una forma, un pájaro de ignorancia vestido de
corazón reciente, hecho una pupila que no ha temido la mirada en redondo. Pero
el paisaje sin nubes, la heridora verdad de no-cortezas se abandonaba engañosa,
ocultando su simetría simulada. Una bella palabra, un árbol, un monte de denuestos
olvidados, todas las incidencias de los besos, se repartían mintiendo. No los creáis
si hay vida. No los creáis, porque no podríais respirar. No entréis en su atmósfera
de alfa. En el umbral de un pecho me llamaron. No era la buena voz, mentira idiota,
sino la cerrazón de los fríos, las dos violetas pálidas de ansia, ese instante de los
labios en que se adivina que la sangre no existe.
–
Pero me he reído mucho. No es burla, no. He llorado sobre un resplandor último.
Llegó tan nuevo, tan claro y tan despacio; se puso como un hombro, como un calor
caliente. Se estiraba y quedaba. Allí me dormí sin saberlo. Me fui quedando helado,
hecho calor de entonces, hecho aspiración sin descanso.
–
No grité aunque me herían. Aunque tú me ocultabas la forma de tu pecho. Sentí salir
el sol dentro del alma. Interiormente las puntas del erizo, si aciertan, pueden salir
de dentro de uno mismo y atraer la venganza, atraer los relámpagos más niños, que
penetran y buscan el misterio, la cámara vacía donde la madre no vivió aunque gime,
aunque el mar con mandíbulas la nombra.
[/ezcol_2third] [ezcol_1third_end]
–
no asomen todas las
palomas, las más blancas,
con sus voces
humanas,
preguntando
sobre la ruta apasionada
–
para amar la
forma perpendicular
de uno
mismo
–
–
.
–
no impide toser para
conocer la existencia
–
adormecer la criatura
débil que nace con
una risa crepitante
en el
extremo de la ropa
–
–
Dios no me acusa
–
Por qué me saco del
pecho este
redondo pájaro de
ocasión
–
.
–
No entréis
en su atmósfera
de alfa
–
un pájaro de ignorancia
vestido de
corazón reciente
.
Interiormente las
puntas del erizo,
si aciertan,
pueden salir
de
dentro de uno mismo
–
No los creáis,
porque
no podríais respirar
–
ese instante de los
labios
en que se
adivina que la sangre
no existe
–
[/ezcol_1third_end]
–
–
–
–
Vicente Aleixandre
Pasión de la tierra
Obras completas 1924-67
Volumen I: poesía
aguilar/ biblioteca de premios nobel
segunda edición-primera reimpresión-1978
madrid
–
–
–
–
–
0 comentarios