una dama del renacimiento
Cuando la muerte va siendo una de las pocas aventuras despellejantes que me quedan, crece la prioridad de alcanzar a mujeres como Katrin con las palabras del lenguaje, en especial cuando aparece exenta y despojada, exacta y puntual como un segundero detenido en una oscuridad que no existe.
Su piel iluminada va del color trigo al oro apagado; lleva el pelo recogido, entrecastaño, con reflejos; se ven algunas sombras en su cola, de piel anochecida o nublada o sucia. Y los ojos oscuros de mirada oscura, en la sombra de las cuencas, debajo del hueso de las cejas y encima del hueso del hombro que hace un ángulo recto y purísimo.
El planeta está sangrando, sobrecargado de dolor. Katrin ha estado ya en el circo y ha visto a los funambulistas y, seguramente, a los antipodistas. Punto nº 6: nunca digas ni hagas nada que la persona que esté frente a ti no comprenda.
Katrin es hermosa como una hermosa dama del renacimiento pero en actual, lo que la embellece más: se dice que la belleza es muy superior al genio porque no necesita explicación. Es posible. Uno, como sencillo merodeador, no pretende explicar la belleza, sino más bien que la belleza sirva de criterio de explicación para el resto de la realidad –real o irreal, eso es lo de menos-.
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