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Nadando en el Lago de Chenango
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El invierno excluirá pronto al nadador. Este
Lee las dudas otoñales del agua
En su múltiple riqueza: el agua tiembla,
Se levanta a pesar de su firmeza,
En ella las primeras hojas caen
Con el primer temblor de la mañana
Anticipándose a él, arrojando fuera
Sus huellas en círculos superpuestos y excéntricos.
Hay una geometría del agua, pues ésta
Recorta el exceso en las nubes
Y las pone a flotar en una atmósfera interior
Hecha de ángulos y extensiones: cada árbol
Semeja un ciprés en su alargamiento,
Y cada arbusto, cada signo de la estación
Una lanza de fuego. Es una geometría y no
Una fantasía de formas retorcidas, pues cada
Variación líquida, respuesta al tema
Del cual se aleja, suena con anterioridad:
Es una consistencia, el tacto del flujo pulsátil.
Mas ya le cansa mirar ahora, su cuerpo
Le recuerda al ojo su dependencia
Mientras, en su interior, el hombre corta la marina
Y la reduce a andrajos. Su frialdad
Lo sostiene contra ella, él lo permite,
Pues nadar es también agarrarse
Al significado del agua, moverse en su abrazo
Y ser, entre abrazo y forcejeo, libre.
El se esfuerza hacia-y-a-través de ese espacio
Que su cuerpo hereda, creando un dónde
En el agua, una posesión que deseoso
Abandona a cada brazada.
La imagen que ha roto
Fluye de nuevo tras él, sanándose a sí misma,
Alzándose, alargándose, derramada como las plumas
De un ala inmensa cuya extensión, oscurecida,
Proyecta sombras sobre su soledad: solo, innominado
En este bautismo donde tan sólo Chenango tiene nombre
En un lenguaje perdido que empieza a analizar-
Un habla de densidades y escarnios, de medias
Respuestas a las preguntas que su cuerpo formula, una
Rana a través del elemento continuo pero penetrable.
Humano, lo afronta y, humano, se retira
Del frío interior, la inclemencia que sin embargo
Muestra una suerte de clemencia al sostenerlo.
El último sol del año seca su piel
Sobre una superficie que no es sino un mosaico de diminutos
Fragmentos, allí donde el viento
No escapa a las imágenes
En la corriente de obsidiana, el vaivén fugitivo de ondas
Que, incesantes, toman forma.
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Swimming Chenango Lake
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Winter will bar the swimmer soon.
He reads the water’s autumnal hestitations
A wealth of ways: it is jarred,
It is astir already despite its steadiness,
Where the first leaves at the first
Tremor of the morning air have dropped
Anticipating him, launching their imprints
Outwards in eccentric, overlapping circles.
There is a geometry of water, for this
Squares off the clouds’ redundances
And sets them floating in a nether atmosphere
All angles and elongations: every tree
Appears a cypress as it stretches there
And every bush that shows the season,
A shaft of fire. It is a geometry and not
A fantasia of distorting forms, but each
Liquid variation answerable to the theme
It makes away from, plays before:
It is a consistency, the grain of the pulsating flow.
But he has looked long enough, and now
Body must recall the eye to its dependence
As he scissors the waterscape apart
And sways it to tatters. Its coldness
Holding him to itself, he grants the grasp,
For to swim is also to take hold
On water’s meaning, to move in its embrace
And to be, between grasp and grasping, free.
He reaches in-and-through to that space
The body is heir to, making a where
In water, a possession to be relinquished
Willingly at each stroke. The image he has torn
Flows-to behind him, healing itself,
Lifting and lengthening, splayed like the feathers
Down an immense wing whose darkening spread
Shadows his solitariness: alone, he is unnamed
By this baptism, where only Chenango bears a name
In a lost language he begins to construe —
A speech of densities and derisions, of half-
Replies to the questions his body must frame
Frogwise across the all but penetrable element.
Human, he fronts it and, human, he draws back
From the interior cold, the mercilessness
That yet shows a kind of mercy sustaining him.
The last sun of the year is drying his skin
Above a surface a mere mosaic of tiny shatterings,
Where a wind is unscaping all images in the flowing obsidian,
The going-elsewhere of ripples incessantly shaping.
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Charles Tomlinson
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Nadando en el Lago de Chenango
Traducción de Jordi Doce
De Letras Libres
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