no sé ni me importa si los pocholos de la iglesia católica, incluyendo al papa escaso
que casi todos los viernes se pone los faustinos del amor, están de acuerdo —o no
lo están— acerca de uno de los dilemas más cornudos de la Historia humana, a saber,
el del bien y el mal.
por supuesto, seré respetuoso con la iglesia católica exactamente hasta el punto en
que lo merezca, ni un milímetro más.
como con casi todos los asuntos que, sin ser —todavía— demostradamente falsos, tienen
aspectos turbios y dudosos, el dilema del bien y del mal no sólo no explica nada de nada,
sino que añade una innecesaria y oscura confusión que los próceres de la iglesia católica
han aprovechado a lo largo de los siglos para —prescindiendo de la verdad y de la justicia—
dedicarse directamente a controlar, a través de leyes sin encanto ni amor, el comportamiento
de los fieles cristianos.
como este es un artículo de opinión que no exige citar con exactitud las fuentes, puedo
decir que leí en algún sitio que no se ha mostrado ni puede mostrarse que el bien sea mejor
—o peor— que el mal. Se trata de pura casuística o, por decirlo de otra manera, de un simple
supuesto de trabajo. Que los más estúpidos lectores de estas líneas —que no los merecen—
no permitan que sus canales de conocimiento se llenen inmediatamente con las imágenes
equivocadas: el mal no es sólo ni sobre todo una guerra injusta con víctimas inocentes que
se ahogan en un río de sangre.
algunos pensadores cristianos postulan que el dilema cornudo del bien y el mal es falso,
insuficiente y pesimista, y prefieren sustituirlo por una propuesta muy limpia que aparta y
deliberadamente no tiene en cuenta o no toma en consideración el mal, de manera que
la denominada ley del bien y del mal queda así sustituida por la ley del bien y sólo del bien.
fin del informe
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