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de la familia de las nubes
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Jessica es una mujer demasiado hermosa o, por lo menos, es una belleza
de primer orden.
Sin duda, puede obligar la imaginación de (casi) cualquiera durante muchos
días, muchos días y muchas horas. Como sencillo merodeador, la miro
inmediatamente, en condición aumentativa, en un instante de círculos que
ejecutan el cantar de los cantares. La primavera está exacta y las rosas están
auditivas.
De pozo en pozo, de caracol en caracol y clavado en la tierra por el viento,
por entre mis propios dientes salgo humeando -como el poeta-:
cuando lleguen a dos mis dos cabezas tal vez entienda los motivos técnicos
que explican cuándo hay que limitarse a ir y venir, y cuándo conviene quedarse
quieto, o cuándo es necesario correr: los motivos para acercarse o distanciarse,
en suma.
Jessica va de tonos azules suaves, de la familia de las nubes o de
los líquenes, como una lluvia a mediodía que cae en el agua, mezclándose
los colores incoloros en un chapoteo incoloro.
Está hermosa de labios y de pelo corto con mechones y de presencia personal
con los brazos en jarra y las manos bonitas, sí. No parece estar herida porque
los leones no lamen su sombra.
Mientras miramos a Jessica, tal vez podamos olvidarnos un rato de las flores
secas y negras, de los hombres cerrados como bodegas y de los pájaros que
se arrastran por el suelo y sangran por el pico como vegetales.
Ortega dijo que sólo tienen prisa los enfermos y los ambiciosos.
Como sencillo merodeador, estoy sano, pero tengo prisa, ay.
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Narciso de Alfonso
merodeos populares: de la familia de las nubes
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