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Versos del testamento


La soledad: hay que ser muy fuerte

para amar la soledad; hay que tener buenas piernas

y una resistencia fuera de lo común; hay que evitar

los resfríos, la influenza y la gota; no se debe temer

a rapiñadores o asesinos; si toca caminar

toda la tarde o quizá toda la noche,

hay que saber hacerlo sin pensar mucho; sentarse no se puede,

especialmente en invierno, con el viento sobre la hierba mojada

y con las piedras entre la inmundicia, húmedas y fangosas;

no hay ninguna gratificación, de eso no hay duda,

salvo la de tener por delante un día y una noche

sin deberes o límites de ningún género.

El sexo es un pretexto. Por muchos que sean los encuentros

-incluso en invierno, por las calles abandonadas al viento,

entre las pilas de inmundicia contra los edificios lejanos,

suelen ser muchos- no son sino momentos de la soledad;

cuanto más caliente y vivo es el cuerpo gentil

que unge de semen y se va,

más frío y mortal alrededor es el dilecto desierto;

es éste quien llena de alegría, como un viento milagroso,

no la sonrisa inocente o la turbia prepotencia

del que después se va; él se lleva una juventud

enormemente joven, en esto es inhumano,

porque no deja rastros, o mejor, deja solo una traza

que es siempre la misma en todas las estaciones.

Un muchacho en sus primeros amores

no es otra cosa que la fecundidad del mundo.

Y el mundo llega con él: aparece y desaparece,

como una forma que cambia; quedan intactas todas las cosas,

y tú podrás recorrer media ciudad, no lo encontrarás más;

el acto se ha cumplido; la repetición es un rito. De donde

la soledad es todavía más grande si una multitud

espera su turno: crece en efecto el número de desapariciones –

el irse es huir- y lo siguiente incumbe al presente

como un deber, un sacrificio al deseo de muerte.

Envejeciendo, sin embargo, el cansancio comienza a sentirse,

en especial en el momento en que apenas ha pasado la hora de la cena:

para ti no ha cambiado nada; entonces, por poco no gritas o lloras;

y eso sería enorme si no fuese, precisamente, sólo cansancio,

y quizá un poco de hambre. Enorme, porque querría decir

que tu deseo de soledad no podría ser jamás saciado,

y entonces ¿qué te espera, si lo que no es considerado soledad

es soledad verdadera, aquella que no puedes aceptar?

No hay cena o almuerzo o satisfacción en el mundo,

que valga una caminata sin fin por las calles pobres

donde hay que ser desgraciados y fuertes, hermanos de los perros.

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Versi del testamento


La solitudine: bisogna essere molto forti

per amare la solitudine; bisogna avere buone gambe

e una resistenza fuori dal comune; non si deve rischiare

raffeddore, influenza e mal di gola; non si devono temere

rapinatori o assassini; se tocca camminare

per tutto il pomeriggio o magari per tutta la sera

bisogna saperlo fare senza accorgersene; da sedersi non c’è;

specie d’inverno; col vento che tira sull’erba bagnata,

e coi pietroni tra l’immondizia umidi e fangosi;

non c’è proprio nessun conforto, su ciò non c’è dubbio,

oltre a quello di avere davanti tutto un giorno e una notte

senza doveri o limiti di qualsiasi genere.

Il sesso è un pretesto. Per quanti siano gli incontri

– e anche d’inverno, per le strade abbandonate al vento,

tra le distese d’immondizia contro i palazzi lontani,

essi sono molti – non sono che momenti della solitudine;

più caldo e vivo è il corpo gentile

che unge di seme e se ne va,

più freddo e mortale è intorno il diletto deserto;

è esso che riempie di gioia, come un vento miracoloso,

non il sorriso innocente, o la torbida prepotenza

di chi poi se ne va; egli si porta dietro una giovinezza

enormemente giovane; e in questo è disumano,

perché non lascia tracce, o meglio, lascia solo una traccia

che è sempre la stessa in tutte le stagioni.

Un ragazzo ai suoi primi amori

altro non è che la fecondità del mondo.

E’ il mondo così arriva con lui; appare e scompare,

come una forma che muta. Restano intatte tutte le cose,

e tu potrai percorrere mezza città, non lo ritroverai più;

l’atto è compiuto, la sua ripetizione è un rito. Dunque

la solitudine è ancora più grande se una folla intera

attende il suo turno: cresce infatti il numero delle sparizioni –

l’andarsene è fuggire – e il seguente incombe sul presente

come un dovere, un sacrificio da compiere alla voglia di morte.

Invecchiando, però, la stanchezza comincia a farsi sentire,

specie nel momento in cui è appena passata l’ora di cena,

e per te non è mutato niente: allora per un soffio non urli o piangi;

e ciò sarebbe enorme se non fosse appunto solo stanchezza,

e forse un po’ di fame. Enorme, perché vorrebbe dire

che il tuo desiderio di solitudine non potrebbe essere più soddisfatto

e allora cosa ti aspetta, se ciò che non è considerato solitudine

è la solitudine vera, quella che non puoi accettare?

Non c’é cena o pranzo o soddisfazione del mondo,

che valga una camminata senza fine per le strade povere

dove bisogna essere disgraziati e forti, fratelli dei cani.

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Pier Paolo Pasolini

Trasumanar e organizzar,

Garzanti

Milán, 1971

Versión de J. Aulicino

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

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