mi voz

He nacido una noche de verano

entre dos pausas. Háblame: te escucho.

He nacido. Si vieras qué agonía

representa la luna sin esfuerzo.

He nacido. Tu nombre era la dicha;

bajo un fulgor una esperanza, un ave.

Llegar, llegar. El mar era un latido,

el hueco de una mano, una medalla tibia.

Entonces son posibles ya las luces, las caricias, la piel, el

horizonte,

ese decir palabras sin sentido

que ruedan como oídos, caracoles,

como un lóbulo abierto que amanece

(escucha, escucha) entre la luz pisada.

Vicente Aleixandre

Espadas como labios

Obras completas

Volumen uno

Poesía 1924-67

Aguilar

biblioteca de premios nobel

segunda edición-primera reimpresión-1978


 

 

 

 

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