[ezcol_1half] aleluya del arroyo

 

Felicidad del arroyo que desciende entre las piedras

cuando mi pie desnudo sumerjo en su lenguaje.

Un proceso de la mente que no puedo desdeñar

mientras en la ciudad, bajo este fragmento de verano

reina una inquietud desconocida.

Mi profunda culpabilidad humana

inficiona el agua. Debo comprender

de una vez por todas y aquí

parece el sitio adecuado, el estimulante

arroyo con árboles y la gracia

de la creación en la mañana. Recuerdo,

años que ya no cuento, apostando

a la justicia de un alimento verdadero para todos,

confiando en la historia y en la salida del sol

o en el peor de los casos el encuentro

de un balazo en la noche o la personal

angina de pecho después de los cincuenta.

De confusión en confusión, discusiones

en los edificios, a menudo

un temblor emocional en el cerebro

cuando la realidad estallaba

con signos propios, no previstos,

el entusiasmo y el lamento

y finalmente la fatiga y tanto

amor y tabaco y gritos para encontrar

que el hombre es una bomba para el hombre.

 [/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]

 

Pero también recuerdo: estaban

las mortales relaciones de producción, presentes

entre mi carne y el planeta, engendrando

contradicciones que impedían amar, pudriendo

los ojos, las manos y sus obras, multiplicando

revólveres y el dolor del laúd y la manzana.

Pero hubo después un giro

del pensamiento. Cuando creí saber

que soy origen y resultado, que sólo por mi causa

el vínculo entre las cosas se volvió terrible,

que con mi sola cara de infeliz fulano

lo hice estallar todo, incluso la fisiología

y que instalé la cólera

en los profundos minerales liberados.

Y más tarde, ayer apenas, la belleza. El asilo perfecto

de una libertad que a sí mismo se bastaba

para tener exclusivas y privadas razones

de vivir. Mi querido Chopin, por ejemplo,

eternamente indemne a sus sombrías hemorragias

-un púrpura estallido en el teclado-

O por ejemplo el suntuoso barbitúrico de Haendel.

Y finalmente aquí, la certeza y la aleluya

de este arroyo que desciende y no puede mentir

y que está inventando, para mi pie desnudo,

la manera más tangible y menos convencional

de no morir.

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