Cato va de mujer extravagante, adinerada y loca de la vida, comprando todo lo que

le apetece, incluyendo –tal vez- al mancebo que la ayuda con los paquetes.

Se ha puesto una peluca blanca y rizadísima que no desentona con su actitud más

bien histriónica, infantil y caprichosa con la que va por las calles del mundo con

el pie cambiado y cambiando de pie al andar.

Está hermosa con ese extraño vestido que parece un delantal pantalonero traslúcido

–casi transparente- que, además, le desnuda la piel a trozos, por partes, imprevisiblemente,

de forma que -en súmula- va vestida pero desnudísima o desnuda pero vestidísima, que es

el equívoco que Cato va buscando para provocar al personal.

Juguetona –y frivolona- tal vez se aburre –mortalmente- con todo lo que la vida le da o no le da

y tiene que abrir nuevos caminos de algarabía para que pasen cosas o para sentir las cosas

que pasan, que a veces hay que exagerar para que las sensaciones y los sentimientos parezcan

reales, auténticos, de verdad, y no solamente impresiones cambiantes y efímeras que desaparecen

incluso antes de aparecer, ay, Cato, cuánto trabajo para vivir con un poco de intensidad.

 

 

 


 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

la no vida

 

sin espacio para la expresión
del dolor, —como hacen los artistas.

 

es posible

 

Es fácil y probable,
que al pasar los años, se desconozcan

 

belleza

 

Era tan guapa
que no llamaba
la atención