andrés trapiello:   poética

 

 

 

 

 

Creo haber mostrado una disposición natural para mirar las cosas
de este mundo y sus afectos de una manera limpia, o a lo menos he
procurado siempre no practicar la retórica, ni por arriba ni por abajo,
ni la que en mi época se llamaba del silencio, ni la otra, la culterana,
prestigiosa y decorativa.

 

Me ha gustado y me gusta la vida en el campo y la vida en una ciu-
dad pequeña y provinciana, como Madrid, un Madrid de cuatro ba-
rrios viejos, incluido en el que vivo, que suelo pasear solo y de mane-
ra reiterada. De la primera de esas vidas se desprende una cordialidad
hacia la naturaleza y de la segunda una tendencia a la elucubración y
al ensueño, capítulos de una misma disciplina.
Dentro de las diferentes tendencias poéticas de cada época, mis ver-
sos se adscribirían a aquélla en la que la realidad y la vida fuesen las
puertas de esa ciudadela que tiene mucho de torre de marfil y de
burgo franco. Realidad de fuera y realidad de dentro, lo mismo que
vida exterior y vida íntima.

 

Los temas en poesía no son muchos, y aun éstos podríamos reducir-
los a dos, el amor y la muerte. En unos poetas pesa más uno y en otros,
otro. Seguramente sólo los clásicos logran un equilibrio entre ambos. Al-
gunas veces puede en una lo celebrativo y otras, lo elegíaco, y el talante
del poeta confiere a su obra un especial color. Cada poeta tiene el suyo.
Juan Ramón es amarillo y violeta, la unión, no la mezcla de los dos;
Rubén es verde y morado, el color de los faisanes. Unamuno es granate,
Manuel Machado es tabaco y oro y Antonio es un poeta de dos o tres
colores, alegres o tristes, pero todos un poco roncos y esenciales. Creo
que el color de mis versos se asemeja un poco al que vemos en algunas
tablas flamencas de mi tierra de Castilla, cuando quieren figurar los atar-
deceres en la raya del horizonte, un azul muy oscuro y un amarillo
limón, algo muy silencioso, donde el amarillo entra en el azul sombrío,
sin destruirse, y el azul en el amarillo, sin iluminarse.

 

 

Los poetas, cuando empiezan a escribir, llegan a una lengua y a una
literatura que ya estaban hechas y que seguirán sin ellos, aunque se-
guramente no de la misma manera, cuando hayan muerto. En qué
medida cambia cada poeta una y otra, a dónde está destinada a llegar
su obra, es algo que no le ha sido dado conocer a ninguno de ellos,
mientras vive, pues en estas materias todo resulta demasiado mudable
y extraño. Pero sí puede declarar de donde viene, ese pequeño grupo
de maestros, fieles y familiares, a los que, en cierto modo, destina cada
una de las lineas que escribe. No desmerecer demasiado de su ejem-
plo, es cl objeto de juntar ahora este centón de hojas, en las que su
autor buscó dejar constancia de sentimientos demasiado duraderos en
momentos demasiado fugaces.

 

 

2 de febrero de 1998

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

antología consultada
de la poesía española

el último tercio del siglo
1968-1998

volumen CCCC
colección visor de poesía
visor madrid 1998

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