charles simic
entrevista con alejandro garcía abreu
espero que a la muerte le gusten mis bromas
Alejandro García Abreu: En el ensayo de corte autobiográfico “En el comienzo…” reveló que cuando era joven pintaba más de lo que escribía, pero la poesía era su ambición secreta. ¿Cuál es la relación entre la poesía y la pintura?
Charles Simic: Empecé a pintar cuando tenía alrededor de 15 años. Lo hice hasta finales de mis 20. En la pintura tratas con el espacio, los lienzos, una cierta forma, y en este marco tienes que acomodar las cosas, hacer que algo suceda. Uno empieza a escribir un poema muy pronto cuando se tiene una idea, una intuición de cuán extenso será. Para mí las palabras y las páginas rodeadas por espacios en blanco son el tema. El poema es esa cosa ahí dentro. Hay semejanza entre la poesía y la pintura. Hay mucha composición. Elaboras algo, ya sea en un lienzo o en un pedazo de papel con palabras.
AGA: ¿Cómo percibe la evolución de su obra poética desde Lo que dice la hierba hasta El amo de los disfraces y Poemas nuevos y escogidos 1962-2012?
Simic: Es difícil ser realmente objetivo. Cuando elaboraba el gran libro que incluye mi obra poética de 50 años noté algunos cambios. Cuando empecé a escribir —y por mucho tiempo— estuve interesado en poemas impersonales. Escribía sobre piedras, cuchillos, tenedores y zapatos. Pero no quería escribir más esos poemas. Después comencé a incluir mi propia vida en la poesía de una manera más directa. Ahí está ese cambio: pasé de ser impersonal y un poco objetivo a ser más personal. También estaba interesado en imágenes y metáforas muy fuertes: mi influencia surrealista. Durante los primeros 20 años —incluso por más tiempo— mi obra incluyó esas imágenes. En algún momento empecé a apreciar los poemas escritos con claridad, en los que el lenguaje es muy simple: el tipo de poemas que un perro puede entender. Quizá cada perro tiene un vocabulario de dos mil palabras. Podrías crear un poema y decir algo como “¡ve!” o “¡fuera!” y menearía la cola. Yo quería un poema que fuera totalmente accesible, en el que el lector quedara desarmado, contrario a la idea de cuando estás leyendo un poema y piensas “esto va a ser difícil” y no sabes qué diablos significa el poema. Se trata de dar a los lectores un poema al que puedan acceder con facilidad. Pero luego les tiendes trampas. Parece sencillo, pero cuando lo terminen van a decir: “algo más está pasando aquí”. Apuesto a que releerán el poema. Entonces los tienes atrapados.
AGA: Tradujo a poetas como Vasko Popa e Ivan Lalic. ¿Cómo fue esa experiencia?
Simic: La traducción es una de las lecturas más cercanas que puedes hacer de otro poeta. He traducido bastante, diferentes tipos de poemas. Participé en una antología de poesía yugoslava. Era un encargo, no elegí los poemas. Había un rango muy amplio de poetas: marxistas, simbolistas, pastorales rurales, sonetistas, surrealistas. Aprendí mucho. Tienes que entrar al poema de una manera muy minuciosa. Di clases de literatura durante gran parte de mi vida. Recuerdo cuando enseñaba un poema. Nunca sentí esa cercanía como cuando traducía. Realmente te das cuenta de cómo está hecho, empiezas a comprender.
AGA: “A lo largo de los años he visto la película unas cuantas veces más, y siempre pienso lo mismo: éste es el aspecto en blanco y negro, granuloso, de mi infancia”, afirmó sobre Ladrón de bicicletas —filme de Vittorio de Sica— en Una mosca en la sopa. Memorias.
Simic: Son recuerdos en blanco y negro, como las películas de los años cuarenta. En Europa no hubo color en los tiempos de guerra y no lo hubo años después. Todo era gris y negro. Nunca se vio un vestido brillante, no hubo colores brillantes en absoluto. El estilo de esos filmes y mi recuerdo de aquellos años coinciden. Recordar ese periodo fue como ver una película de De Sica o un film noir estadounidense de los años cuarenta.
AGA: En “Composición”, texto incluido en La incierta certeza, escribió acerca de los orígenes del acto poético.
Simic: Estaba más seguro de que sabía algo cuando escribí “Composición” hace mucho tiempo. Realmente no entiendo completamente cómo se producen los poemas, ya que pueden ser creados de maneras diferentes. Hay poemas que llegan cuando recuerdo algo que pasó y quiero recrearlo, volver a ese momento, pero también hay poemas que ocurren tan sólo por algunas palabras interesantes en una página. Abres una vieja libreta, lees una frase y eso pone en marcha una serie de asociaciones. El poema está hecho de esta frase inicial y da giros que no podías predecir ni concebir. Te das cuenta de que tiene que ir por ese camino, por lo que está sucediendo en el idioma. Una vez hablé sobre el uso de las palabras en la página y dije: “que hagan el amor, que vuelen”. Si las miras encuentras relaciones y después de un tiempo comienzas a percibir argumentos, y más allá de los argumentos, significados. No hay nada accidental al respecto. Antonin Artaud dijo que no hay azar, que el azar es nosotros mismos. Vemos algo y tenemos que hacer conexiones, distinguimos analogías. Esos poemas son los mejores, provienen de la nada. Más allá de eso es muy difícil describirlo porque no siempre es lo mismo, es impredecible, no existe una norma.
AGA: ¿Cómo ha procedido al incluir evocaciones autobiográficas en la mayoría de sus ensayos?
Simic: Casi nunca he escrito un ensayo para luego enviárselo a alguien. Alguien me pidió que lo escribiera. Conocía a directores de revistas literarias y me decían: “—Charlie, ¿por qué no escribes sobre salchichas? —¿Por qué sobre salchichas? —Siempre estás hablando de las salchichas. —Ok, voy a escribir sobre salchichas”, aunque podía ser sobre algo más, como la fotografía. No importaba el tema. Durante la guerra de los Balcanes, a partir del inicio de la década de los noventa, me llamaban desde los periódicos yugoslavos y me decían: “Alguien dijo esto sobre ti. ¿Quieres responderle?”. Entonces pensaba qué debía responder y les contestaba: “Está bien, lo haré”. Así que siempre es por encargo, alguien más lo encomienda. Los temas fueron sugeridos por amigos y extraños que querían que escribiera sobre algo. Mencionabas Ladrón de bicicletas. Escribía artículos para el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung. El editor me llamó —en aquellos días no había internet, eran los años noventa— y me dijo: “Estamos haciendo una pequeña serie. Recuerda cuál es la primera película que viste y te gustó, no por la trama, sino porque había algo en ella que te cautivó, que querías ver una y otra vez”. Me comentó: “Miras una cosa pero ocurre otra”. Me di cuenta de inmediato de que era algo interesante y no me tomó más de un par de horas enviar un fax de vuelta para decirles que quería escribir acerca de Ladrón de bicicletas. Recuerdo que me encantaban sus cualidades cinematográficas, todos sus atributos estéticos, cómo era contada la historia. Traté de explicarlo a mis mejores amigos y no entendieron lo que estaba diciendo, así que me callé. No tenía manera de explicarlo, tenía tal vez 13 o 14 años. Así es como llegan las cosas, de alguien externo.
AGA: El monstruo ama su laberinto incluye epigramas, aforismos, notas y citas que apuntó en libretas. ¿Aún las revisa?
Simic: Tengo varias libretas y a veces las reviso. Muchas de ellas no funcionan. Tal vez hay materiales apuntados a lo largo de 15 o 20 años en diferentes libretas.
AGA: En una conversación mantenida con Eric D. Williams y J. Patrick Craig publicada en la revista Artful Dodge aseveró que “Cajas chinas y teatros de títeres” —ensayo sobre Emily Dickinson— tenía 14 páginas o más y luego lo redujo a tres. Y en “Palabras maravillosas, verdad silenciosa” afirmó que admira la observación de Claude Lévi-Strauss de que todo el arte es esencialmente reducción. ¿Por qué prefiere las formas breves?
Simic: Es la reducción. Hay un dicho en el ámbito poético en Estados Unidos que dice: “menos es más”. Sí me gustan los poemas más largos y he escrito algunos más extensos, como secuencias, pero tiendo a reducir. Incluso cuando tengo un texto de sólo dos páginas. Me gusta cuando tengo dos páginas. Pero poco a poco, al pensar en el poema, me llegan ideas de cómo hacerlo más y más pequeño. Es una cuestión de gusto; es una cuestión de temperamento. Siempre me han sorprendido los poemas cortos. Cualquiera de cuatro a 10 líneas que sea terriblemente simple pero que parezca decirlo todo. Los haikus —formados por 17 sílabas— serían, por supuesto, el mejor ejemplo de eso. Podrías releerlos una y otra vez por el resto de tu vida.
AGA: ¿Cómo recuerda su experiencia en la revista de fotografía Aperture?
Simic: Era una revista pequeña. Fui gerente. Había una enorme biblioteca sobre fotografía y una gran cantidad de material de fotógrafos contemporáneos. Pasaba horas revisando las fotografías y me eduqué en el tema; fue la mejor parte. Antes sabía muy poco al respecto. Fue muy importante para mí.
AGA: ¿Cuáles fueron sus responsabilidades como Poeta Laureado de Estados Unidos?
Simic: Una vez fui invitado a la Casa Blanca a un encuentro con el presidente Bush y les dije que no quería ir. Me contestaron: “Ok, no tiene que asistir”. No es una actividad oficial, la Biblioteca del Congreso tiene esa posición. Al Poeta Laureado se le da muy poco dinero, porque es una posición de financiación privada. Pagan los gastos para viajar a Washington, te hospedan en una modesta habitación de hotel algunos días —o un mes, si quieres— y eso es todo. La gente en Estados Unidos tiene la impresión de que es algo oficial, como ocurre con los Poetas Laureados británicos. Si la reina estornuda y le da un resfriado, tienen que escribir un poema deseándole su recuperación. Nosotros no tenemos ninguna obligación. Por supuesto que atraes mucha atención, te entrevistan mucho, consigues algunas lecturas. Es una cosa muy extraña. No estuve tan involucrado como otros Poetas Laureados. Les dije: “Muy bien, es muy agradable, pero no me llamen de nuevo”.
AGA: Aludió al insomnio en los ensayos “Leyendo filosofía de noche”, “En el comienzo…”, “Poesía e historia”, “El renegado” y “Yo y mi insomnio”, y en los libros de poesía La voz a las tres de la madrugada y Hotel Insomnio.
Simic: Soy insomne, nunca duermo bien, lo cual es conveniente ya que de noche es cuando mejor pienso. En algunos de mis ensayos y poemas no podía evitar tocar un tema que es la base o fundamento de mi vida psíquica: el hecho de que no puedo dormir.
AGA: ¿Cuál es el origen de su amistad con Mark Strand?
Simic: Dimos una lectura juntos hace muchos años, en 1968, en Nueva York. Esas cosas pasan, hemos sido amigos desde entonces.
AGA: “Me di cuenta de que [Sonny] Rollins, Charlie Parker y Thelonious Monk eran mucho mejores modelos de lo que un artista podía ser que muchos poetas”, escribió en “Días neoyorquinos, 1958-1964”. ¿Cómo lo han influido el jazz y el blues?
Simic: No han influido tanto en mi escritura como en mi vida. Paso muchas noches escuchando jazz y blues. En los viejos tiempos solía ir a los clubes de jazz con mucha más frecuencia que ahora. Llevo toda una vida escuchando a los músicos de jazz y pienso en ellos como un modelo de libertad: la vida que tenían, el tipo de música que tocaban, la irreverencia, la revolución de su calidad. Al mismo tiempo está el entretenimiento. No sólo ibas a apreciar esos elementos, sino también a pasar un buen rato. Por un lado está el aspecto avant-garde y por otro simplemente el entretenimiento, complacer a la gente.
AGA: En una entrevista con Mark Ford publicada en The Paris Review mencionó que escribe para hacer reír a la Muerte. ¿Qué agregaría a esta idea?
Simic: No hay nada más que decir, excepto que espero que a la Muerte le gusten mis bromas. Si no, estaré en problemas [ríe].
Traducción de Álvaro García
Nexos, número 444, diciembre de 2014.
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