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El viacrucis del cuerpo

Traducción de Mario Morales

«Mi alma está quebrantada por tu deseo.»

Salmos 119:12

«Yo, que entiendo el cuerpo. Y sus crueles exigencias. Siempre

he conocido el cuerpo. Su vórtice que marea. El cuerpo grave.»

Personaje mío aún sin nombre

«Por esas cosas yo ando llorando. Mis ojos destilan agua.»

Lamentaciones de Jeremías

«Y bendiga toda carne su santo nombre para toda la eternidad.»

Salmo de David

«¿Quién ha visto jamás una vida amorosa que no haya estado

ahogada en las lágrimas de la desgracia o del arrepentimiento?»

No sé de quién es

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A via crucis do corpo

Contos

«A minha alma está quebrantada pelo teu desejo.»

(Salmos 119:12)

«Eu, que entendo o corpo. E suas cruéis exigências. Sempre

conheci o corpo. O seu vórtice estonteante. O corpo grave.»

(Personagem meu ainda sem nome)

«Por essas cousas eu ando chorando. Os meus olhos

destilam águas.»

(Lamentações de Jeremias)

«E bendiga toda a carne o seu santo nome para todo o

sempre.»

(Salmo de David)

«Quem viu jamais vida amorosa que não a visse afogada nas

lágrimas do desastre ou do arrependimento?»

(Não sei de quem é)

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Mientras tanto

Como él no tenía nada que hacer, fue a hacer pipí.

Y después quedó en cero realmente.

El vivir tiene esas cosas: uno de vez en cuando se queda en cero. Y todo eso es mientras tanto.

Mientras se vive.

Hoy me llamó una chica llorando, diciendo que su papá había muerto. Es así: ni más ni menos.

Uno de mis hijos está fuera de Brasil, el otro vino a almorzar conmigo.

La carne estaba tan dura que apenas se podía masticar. Pero bebimos un vino rosado helado.

Y conversamos. Yo le había pedido no sucumbir a la imposición del comercio que explota el

Día de la Madre. Él hizo lo que le pedí: no me dio nada. O mejor, me dio todo: su presencia.

Trabajé todo el día, son las seis menos diez. El teléfono no suena.

Estoy sola. Sola en el mundo y en el espacio. Y, cuando llamo, el teléfono suena y nadie contesta.

O dicen: está durmiendo.

La cuestión es saber aguantar. Pues la cosa es así justamente.

A veces no se tiene nada que hacer y entonces se hace pipí.

Pero si Dios nos hizo así, que así seamos. Sacudiéndonos las manos. Sin motivo.

El viernes por la noche fui a una fiesta, no sabía que era el cumpleaños de mi amigo, su esposa no

me lo había dicho. Había mucha gente. Noté que muchas personas no se encontraban muy a gusto.

¿Qué hago? ¿Me llamo a mí misma? Va a sonar tristemente ocupado, lo sé, una vez yo marqué

distraída mi número.

¿Cómo despertar a quien está durmiendo? ¿Qué hacer? Nada: porque el domingo hasta Dios descansó.

Pero yo trabajé sola el día entero.

Pero ahora quien estaba durmiendo ya despertó y viene a verme a las ocho. Son las seis y cinco.

Estamos en el llamado «veranito de mayo»: hace mucho calor.

Me duelen los dedos de tanto escribir a máquina. Con la punta de los dedos no se juega.

Es a través de la punta de los dedos donde se reciben los fluidos.

¿Debí de haberme ofrecido para ir al entierro del papá de la chica?

La muerte sería hoy demasiado para mí. Ya sé lo que voy a hacer: voy a comer.

Después regreso. Fui a la cocina, de casualidad la cocinera no estaba descansando y va a calentar

comida para mí.

Mi cocinera es enorme de gorda: pesa noventa kilos.

Noventa kilos de inseguridad, noventa kilos de miedo.

Tengo ganas de besar su rostro negro y liso pero ella no entendería.

Volví a la máquina mientras calentaba la comida. Descubrí que estaba muerta de hambre.

Apenas puedo esperar a que me llame.

Ah, ya sé lo que voy a hacer: me voy a cambiar de ropa. Después como y regreso a la máquina.

Hasta luego.

Ya comí. Estaba delicioso. Tomé un poco de vino rosado. Ahora voy a tomar café.

Y a refrescar la sala: en Brasil el aire acondicionado no es un lujo, es una necesidad. Sobre todo

para personas que, como yo, sufren demasiado calor. Son las seis y media. Encendí mi radio a pilas.

En la estación del Ministerio de Educación. Pero ¡qué música tan triste!

No es necesario ser triste para ser bien educado.

Voy a invitar a Chico Buarque, Tom Jobim y Caetano Veloso para que cada uno traiga su guitarra.

Quiero alegría, la melancolía me mata poco a poco.

Cuando uno se empieza a preguntar: ¿para qué? Entonces las cosas no van bien.

Y me estoy preguntando para qué. Pero bien lo sé que es solamente «mientras tanto».

Son las siete menos veinte. ¿Y para qué son las siete menos veinte?

En este intervalo hice una llamada telefónica y, para mi regocijo, son ya las siete menos diez.

Nunca en la vida había dicho esto, «para mi regocijo». Es muy raro.

De vez en cuando ando medio machadiana.

Y hablando de Machado de Assis, tengo nostalgia de él.

Parece mentira, pero no tengo ningún libro suyo en mi librería.

José de Alencar, ya ni me acuerdo si alguna vez lo leí.

Tengo nostalgia. Extraño a mis hijos, sí, carne de mi carne. Carne débil y no he leído todos los

libros. La chair est triste. (La carne es triste.)

Pero una fuma y mejora inmediatamente. Son las siete menos cinco. Si me descuido muero.

Es muy fácil. Es cuestión de que el reloj pare. Faltan tres minutos para las siete.

¿Enciendo o no la televisión? Pero qué aburrido es ver la televisión sola.

Pero finalmente me decidí y voy a encender la televisión. Uno se muere a veces.

Por enquanto

Como ele não tinha nada o que fazer, foi fazer pipi.

E depois ficou a zero mesmo.

Viver tem dessas coisas: de vez em quando se fica a zero.

E tudo isso é por enquanto. Enquanto se vive.

Hoje me telefonou uma moça chorando, dizendo que seu pai morrera.

E assim: sem mais nem menos.

Um dos meus filhos está fora do Brasil, o outro veio almoçar comigo.

A carne estava tão dura que mal se podia mastigar. Mas bebemos um vinho rosé gelado.

E conversamos. Eu tinha pedido para ele não sucumbir à imposição do comércio que

explora o dia das mães. Ele fez o que pedi: não me deu nada. Ou melhor me deu tudo:

a sua presença.

Trabalhei o dia inteiro, são dez para as seis. O telefone não toca.

Estou sozinha. Sozinha no mundo e no espaço. E quando telefono, o telefone chama e

ninguém atende. Ou dizem: está dormindo.

A questão é saber agüentar. Pois a coisa é assim mesmo. Às vezes não se tem nada a fazer

e então se faz pipi.

Mas se Deus nos fez assim, que assim sejamos. De mãos abanando. Sem assunto.

Sexta-feira de noite fui a uma festa, eu nem sabia que era o aniversário do meu amigo, sua

mulher não me dissera.

Tinha muita gente. Notei que muitas pessoas se sentiam pouco à vontade.

Que faço? telefono a mim mesma? Vai dar um triste sinal de ocupado, eu sei, uma vez já liguei

distraída para o meu próprio número.

Como acordo quem está dormindo? como chamo quem eu quero chamar? o que fazer?

Nada: porque é domingo e até Deus descansou.

Mas eu trabalhei sozinha o dia inteiro. Mas agora quem estava dormindo já acordou e vem

me ver às oito horas. São seis e cinco.

Estamos no chamado «veranico de maio»: grande calor. Meus dedos doem de tanto eu bater à

máquina. Com a ponta dos dedos não se brinca. É pela ponta dos dedos que se recebem os

fluidos.

Eu devia ter me oferecido para ir ao enterro do pai da moça? A morte seria hoje demais para mim.

Já sei o que vou fazer: vou comer. Depois eu volto. Fui à cozinha, a cozinheira por acaso não

está de folga e vai esquentar comida para mim.

Minha cozinheira é enorme de gorda: pesa noventa quilos. Noventa quilos de insegurança,

noventa quilos de medo.

Tenho vontade de beijar seu rosto preto e liso mas ela não entenderia.

Voltei à máquina enquanto ela esquentava a comida. Descobri que estou morrendo de fome.

Mal posso esperar que ela me chame. Ah, já sei o que vou fazer: vou mudar de roupa.

Depois eu como, e depois volto à máquina. Até já.

Já comi. Estava ótimo. Tomei um pouco de rosé. Agora vou tomar um café. E refrigerar a sala:

no Brasil ar refrigerado não é um luxo, é uma necessidade. Sobretudo para pessoa que, como eu,

sofre demais com o calor.

São seis e meia. Liguei meu rádio de pilha. Para a Ministério de Educação. Mas que música triste!

não é preciso ser triste para ser bem-educado.

Vou convidar Chico Buarque, Tom Jobim e Caetano Veloso e que cada um traga a sua viola.

Quero alegria, a melancolia me mata aos poucos.

Quando a gente começa a se perguntar: para quê? então as coisas não vão bem.

E eu estou me perguntando para quê. Mas bem sei que é apenas «por enquanto».

São vinte para as sete. E para que é que são vinte para as sete?

Nesse intervalo dei um telefonema e, para o meu gáudio, já são dez para as sete.

Nunca na vida eu disse essa coisa de «para o meu gáudio». É muito esquisito.

De vez em quando eu fico meio machadiana. Por falar em Machado de Assis, estou com

saudade dele.

Parece mentira mas não tenho nenhum livro dele em minha estante.

José de Alencar, eu nem me lembro se li alguma vez.

Estou com saudade. Saudade de meus filhos, sim, carne de minha carne. Carne

fraca e eu não li todos os livros. La chair est triste.

Mas a gente fuma e melhora logo. São cinco para as sete. Se me descuido, morro.

É muito fácil. É uma questão do relógio parar.

Faltam três minutos para as sete.

Ligo ou não ligo a televisão? Mas é que é tão chato ver televisão sozinha.

Mas finalmente resolvi e vou ligar a televisão. A gente morre às vezes.


 

 

 

 

 

 

 

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