es sencillo, simple:
elige usted a uno de sus amigos, o mejor a un conocido —para que la operación
le resulte más fácil y le parezca menos cruel— y le quita el alma inmortal
que gratuitamente se le adjudicó por ser de la especie homo dos veces sapiens.
Es un ejercicio al alcance de cualquier fortuna, y enseguida se hace entretenido:
se trata solamente de que ese conocido, de pronto, pierde sus privilegios humanos
y se queda solamente con sus derechos animales, los de cualquier otro animal.
No es algo ofensivo, ya que, desde Aristóteles, somos animales –de nombre–
y racionales –sólo de apellido–.
No conviene que se entretenga con personas francamente allegadas a usted,
como su madre o su esposa o su marido, ya que, en ciertas ocasiones, este inocuo
pasatiempo puede convertirse en un verdadero placer con mucho potencial adictivo.
•
Uno de los peligros de esta propuesta lúdica consiste
en preferir –irracionalmente– al amigo o al conocido
al que hayamos quitado el alma inmortal. Es decir,
que nos guste más sin ese añadido pomposo que, posiblemente,
nunca nos ha correspondido de manera propia y natural.
No podemos hacernos responsables de estas consecuencias,
a veces daños colaterales y otras veces, felizmente, beneficios
colaterales ( ).
ndalfonso
Qué interesante, ¿Cómo se le quita el alma a alguien?
Ángel
oh, es al revés, al revés. Se trata de una mostración
del poder de los supuestos, ya que de ningún modo
puede probarse que el alma de un hombre sea inmortal.
Es un prejuicio tan arraigado que nuestro entendimiento
da la vuelta a la única evidencia que poseemos, a saber,
que nuestra alma es tan mortal como la de un pollo.
ndalfonso
Claro que para salir del prejuicio y superar
el supuesto es necesario atreverse a pensar
que el alma del hombre, mientras no se muestre
o demuestre lo contrario, no supera la muerte.
Y, al parecer, hasta que dios se presente como tal
y pueda ser reconocido, el alma del hombre será
completamente mortal, ya que la inmortalidad
del alma es asunto de fe y solo de fe.
ndalfonso
ánimo y coraje para aceptar la evidencia de la mortalidad,
aunque sólo sea para enfrentar el prejuicio de la
inmortalidad.
Más allá de supuestos, prejuicios, fe, dios,
y teorizaciones, el asunto puede resolverse en directo
y con una eficacia que todavía nos horroriza.
En Mauthausen o en Auschwitz casi cada día
inventaban un nuevo método para quitar el alma
incluso mucho antes de que el interesado
estuviese realmente muerto.
ndalfonso