Hermosísima Delfine: con esa mirada dura que nos llega de arriba abajo aunque nos mire

de abajo arriba;

hermosísima Delfine, apoyada en sus doce extremidades; dispuesta a abrirnos y cerrarnos

el esternón con su llavero de colores; seria con toda la seriedad del juego serio, del amor duro,

del sexo exigente.

Hermosísima Delfine que seguirá, que buscara nuestras causas hasta el hueso, de vértebra en

vértebra, de par en par, con su traje corto de sentir y sus largos guantes de gala, que nos salpicará

de fresca sombra y de colores ácidos, dándonos la parte del todo y el todo de la parte, en pedazos

grandes y sabrosos o en fracciones de diez, que nos abrazará con un aroma conectado a las

playas de la noche, largamente.

Hermosísima Delfine que nos hará sentir la quebrada y brevísima línea de la felicidad, entre dientes,

con la cocina a oscuras y las extremidades dislocadas, con las rosas auditivas y suaves.

En nuestras pausas: colocándose en lo ancho de un abrazo o en los pasos de la vida, tal vez

palpando nuestra sombra y oliendo, despacio, cómo hemos sufrido.

 

 

 

 


 

 

 

 

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