Bianca está en el run, ganándose la vida con ropas ajenas.

Mira hacia delante con los ojos y con la boca, tal vez buscando su arbolito, su cristal, su referencia.

Encima del camisón blanco lleva un salto de cama azul con una sola manga pero con muchas borlas.

Bianca tiene unos rasgos bien definidos, bien dibujados, cerrados sobre sí mismos, definitivos.

Quizá a veces se siente innecesaria de belleza y rutina, con la figura de siempre, con la piel de siempre,

bostezando dentro de los días como si vomitara mismidad en su palangana blanca.

Otros días tal vez se siente imprescindible, con las venas llenas de un oro fluvial o con los pulmones

frondosos de hojas verdes.

Bianca se ha puesto el cuerpo de los domingos porque no tiene otro, y de repente piensa o siente

que es una tristeza ser alguien, como es una tristeza no serlo.

Si nos mira como si fuéramos ciegos de nacimiento es porque ella se está haciendo la sorda,

como su madre.

 

 

 


 

 

 

 

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