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fabio morábito
delante de un
prado una vaca
ediciones era S.A. de C.V.
sistema nacional de creadores de arte
de Fonca-Conaculta
1ª edición 2011
México DF
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CADA TANTO me visita
un único sollozo,
un breve segundo de llanto
que no alcanza a mojarme los ojos,
ni siquiera a ponerme triste.
¿Qué lágrimas me tuve que comer,
que cada vez que me descuido
regresa este dolor
en medio de una frase o de un sueño,
de un recuerdo o de un beso,
de un perdón o una risa?
Un hijo, como el llanto,
sube de un fondo de sollozos
que, cuando nace, se vacía.
Es un acróbata que sube
y barre con los llantos
que por la pena nos comimos.
Es el sollozo más profundo
y agota nuestro capital de lágrimas.
Tal vez este sollozo ocasional
es lo que queda de un hijo no nacido,
un hijo postergado
hasta volverse un íncubo,
que no quisimos juntos
sino en secreto cada uno,
un hijo que tuvimos en la punta
de la lengua, impronunciable…
y el cuerpo, nuestro cuerpo,
que aún lo espera con un brazo tuyo
y otro mío, con mi boca hecha
de tus labios, tu mano de mis dedos,
mi cuello de la piel del tuyo,
lo reproduce con este sismo que nos une
y nos asfixia como en un cuadro de Picasso.
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