diario político y sentimental

 

francisco umbral

 

 

1999

a Carmen Díez de Rivera

 

Andan días iguales

persiguiéndose

pablo neruda

 

 

 

jueves 30 de abril

 

 

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En la Biblioteca Municipal de la pequeña ciudad descubrí el Romancero gitano antes de los veinte años. De Lorca no se hablaba en España, en aquella España. Los chicos nos sabíamos de memoria La casada infiel porque contaba cosas «verdes». Hoy comprendo que es el único poema heterosexual en la vasta obra de Lorca.

¿Por qué lo escribió, tuvo Lorca una adolescencia heterosexual, hay un hombre disfrazado de casada infiel en estos versos? García Lorca, 1898, cumpliría ahora cien años. Y se le está festejando mucho. Los gacetilleros hasta le confunden con esa otra romería cultural del 98, Azorín, Baroja. No, no hay un travestí en La casada infiel. Hay una mujer vista despacio, por dentro y por fuera, desde el corsé y los corpiños hasta el costurero de raso pajizo y la manera festival y caprichosa de adulterar con un mocito porque es la noche de San Juan.

En el ejemplar que yo leí, Revista de Occidente, faltaba la hoja de este poema. Muchos años más tarde, don José María de Cossío me diría que en la biblioteca del Ateneo de Madrid también faltaban estos versos, habían sido arrancados. Nunca he sabido, en ninguno de los dos casos, si el expolio era de la censura o de algún masturbador lírico. Estas cosas, entonces, tenían mucha importancia. A mí me gusta La casada infiel y todo el Romancero gitano.

Hace mucho que ha dejado de llevarse este libro porque sus imitadores —Rafael de León y eso— han acabado con él. Pero sigue siendo el libro más fresco, naïf y espontáneo de Federico. Teniendo en cuenta la poesía que se hacía entonces, la poesía pura de Juan Ramón, Guillén y Valéry, Lorca fue un inconsciente al intentar un romancero épico, y esa inconsciencia es la que le ha ganado la inmortalidad en el mundo y el desprecio en el pequeño mundo de Borges, como si no hubiera folclorismo gaucho y de gran calidad en los primeros libros del argentino.

Pese al gongorismo y el surrealismo que componen el Romancero, más toda la iconografía gitana —qué potaje— y la vieja cadencia del romance castellano, este libro famoso y maldito sigue siendo encantador, sencillo de alma, precozmente sabio, lleno de imágenes que están entre Lope y las vanguardias.

 

Tres golpes de sangre tuvo

y se murió de perfil.

Viva moneda que nunca

se volverá a repetir.

 

Espontánea enumeración de la sangre, sorpresa plástica del morirse de perfil, que efectivamente es como se muere todo el mundo, poniendo el perfil sobre la almohada como para una foto. Pero las metáforas se encadenan: viva moneda que nunca se volverá a repetir. La gente, en las monedas, sale de perfil, ya sea un emperador o un descubridor. Pero además la moneda está viva.

Imagen sobre imagen. Así puede irse leyendo todo el Romancero, lleno, como hemos dicho, de una contradictoria ingenuidad surrealista. En cuanto al empeño épico, Lorca dejaría luego eso para el teatro. El Romancero es totalmente lírico, aunque cuente horrores. Me encegueció la edición de Revista de Occidente, con sus grandes y barrocos caracteres. Todo estaba rameado en la tipografía, como en las imágenes y los adjetivos. Lorca era lo prohibido. Lorca era seductor.

En los setenta me pasé un año leyendo al granadino y escribí Lorca, poeta maldito. Nuestro poeta es más sabio en Diván del Tamarit, más hondo en Sonetos del amor oscuro, pero la gracia de Nacimiento, la miniatura de villancico obsceno que tiene el Romancero no la volvió a tener Lorca. Es ese libro espontáneo, manantial, alegre y sobrado, fecundísimo, que se escribe una vez en la vida, temprano, con barniz de adolescencia. Y eso no se repite. El repudio del Romancero por gitano es una pedantería. No hay artificio en tan «artificial» libro. Lorca lo veía así. Y luego, ya se sabe, tuvo tres golpes de sangre y se murió de perfil.[/ezcol_1half] [ezcol_1quarter_end][/ezcol_1quarter_end]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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