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CIRCULANDO EN MI CUERPO

 

 

 

En ese tiempo, el miedo, que no conocía ya desde hacía

diez años, el miedo volvió a dominarme. Primero con

un mal sordo, pero que, cuando finalmente viene, viene

como el rayo, como el soplo que disgrega los edificios,

el miedo me ocupó.

Pensando mi miedo en mi mano, que en un futuro

cercano debía inmovilizarse, ese futuro instantáneamente

fue, y mi mano se inmovilizó, no pudiendo ya retener

un objeto. Pensando mi miedo en la necrosis de las extremidades

inmediatamente mis pies se helaron y, abandonándolos

la vida, se encontraron como troceados de mi cuerpo.

En adelante, una barrera categórica me mantenía

alejado de ellos. Ya abandonaba esos terrones que

sólo por poco tiempo más debían llamarse mis pies,

prometiéndome dolores terribles, antes de irse, y después,

habiendo partido.

Yendo luego mi miedo a mi cabeza, en menos de lo

que canta un gallo, un dolor fulgurante me acuchilló el

cráneo y de esto resultó tal desfallecimiento que yo

habría retrocedido ante el esfuerzo para recuperar mi

nombre.

Así circulaba angustiado en mi cuerpo enloquecido,

excitando choques, detenciones, quejas. Desperté a los

riñones, y sufrieron. Desperté al colon, pellizcó, el corazón,

desenvainó. Me desvestía de noche, y en los temblores

inspeccionaba mi piel, a la espera del dolor que

iba a reventarla.

Un cosquilleo frío me alertaba ora aquí, ora allá, un

cosquilleo frío en todas las zonas de mí mismo.

La guerra acababa de terminar y yo dejaba de amurallarme,

cuando el miedo, que no espera más que un alivio

para aparecer, el miedo entró en mí como tempestad

y desde entonces comenzó mi  guerra.

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EN CIRCULANT DANS MON CORPS

 

 

 

En ce temps-là, la peur que je ne connaissais plus depuis dix

ans, la peur à nouveau me commanda. D’un mal sourd d’abord,

mais qui, quand il vient enfin, vient comme l’éclair, comme le

souffle qui désagrège les édifices, la peur m’occupa.

Ma peur songeant à ma main qui dans un avenir proche

devait se figer, cet avenir à l’instant fut; et ma main se figea, ne

pouvant plus retenir Un objet. Ma peur pensant la nécrose des

extrémités, aussitôt mes pieds se glacèrent, et, la vie les quittant,

se trouvèrent comme tronçonnés de mon corps. Un barrage

catégorique m’en tenai désormais éloigné. Déjà j’abandonnais

ces mottes c(ui seulement pour peu de temps encore devaient

s’appeler mes pieds, me promettant des douleurs terribles, avant

de s’en aller, et après, étant partis.

Ma peur ensuite allant à ma tête, en moins de deux, un mai

fulgurant me sabra le crâne et s’ensuivit une défaillance telle

que j’eusse reculé devant l’effort pour retrouver mon nom,

Ainsi je circulais en angoisse dans mon corps affolé, excitant

des chocs, des arrêts, des plaintes. J’éveillai les reins, et ils

eurent mal. Je réveillai le colon, il pinça; le coeur, il dégaina.

Je me dévêtais la nuit, et dans les tremblements j’inspectais

ma peau, dans l’attente du mal qui allait la crever

Un chatouillement froid m’alertait tantôt ici, tantôt là, un

chatouillement froid à toutes les zones de moi.

La guerre venait de finir et je cessais de me remparer, quand

la pair qui n’attend qu’un soulagement pour paraître, la peur

entra en moi en tempête et dès lors ma guerre commença.

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HENRI MICHAUX

LA VIDA EN LOS PLIEGUES

traducción de VÍCTOR GOLDSTEIN

EDICIONES LIBRERíAS FAUSTO

Buenos Aires – 1976

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

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