Todos han muerto

Todos han muerto.

La última vez que visité el pueblo

Eglé me consolaba

y estaba segura, como yo,

de que habían muerto todos.

Me acostumbré a la idea de saberlos callados

bajo la tierra.

Al comienzo me pareció duro entender

que mi abuela no trae canastos de higo

 y se aburre debajo del mármol.

En el invierno

me tocaba visitar con los demás muchachos

el bosque ruinoso,

sacar pequeños peces del río

y tomar, escuchando, un buen trago.

No recuerdo con exactitud

cuándo empezaron a morir.

Asistía a las ceremonias y me gustaba

colocar flores en la tierra recién removida.

Todos han muerto.

La última vez que visité el pueblo

Eglé me esperaba

dijo que tenía ojeras de abandonado

y le sonreí con la beatitud de quien asiste

a un pueblo donde la muerte va llevándose todo.

Hace ya mucho tiempo que no voy al poblado.

No sé si Eglé siguió la tradición de morir

o aún espera.

José Barroeta

Todos han muerto

Poesía completa (1971-2006)

Editorial Candaya

Candaya Poesía 6

Presentación: Eugenio Montejo 


 

 

 

 

 

 

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