‘¿Y cuándo nos veremos con los demás, al borde de una mañana eterna, desayunando todos juntos?’

–pregunta el poeta.

Tal vez Kira necesite compañía, atención, cariño, un poco de afecto: solamente que alguien esté con ella,

en silencio, acompañándola.

Quizá tenga ganas de volver, de amar, de no ausentarse, pero también ganas de morir, así, ahora,

con su vestido total y los brazos abiertos.

Tal vez le duela mucho el corazón, el paquete oscuro que aprieta la garganta cuando duele, que aprieta

la boca y los ojos y el pelo cuando duele. Hasta el sol duele mucho cuando duele el corazón.

Kira está hermosa de pelo abundante, masivo, con el que podría hacer una bufanda para su amante,

si es que su amante es bufandero.

Está hermosa de expresión absorta, desentendida, ausente, abandonada, como cuando el expreso

de Galicia va por una recta larguísima y es de noche y el maquinista lo deja ir, despreocupado de todo,

queriendo que sea sólo el tren ferrocarril el que decida metálicamente las cosas, sin intervención humana,

como si fuera una nave sideral a la deriva, como una locomotora obediente a los astros,

navegando en la noche.

 

 

 


 

 

 

 

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