Thairine está muy hermosa, sentada en el heno y pidiendo hacer las bellaquerías.

Tiene unos ojos enormes y oscuros y un anís en sus muslos blancos.

Pide las bellaquerías con una expresión juguetona, maliciosa, con buena carga de erotismo,

que incluye la fingida pena de ser rechazada, cuando sabe que es ella la que acepta y rechaza

y que, además, está siendo muy deseada.

Frío del frío y frío del calor, vuelo formal de los milígramos, alcohol azul de la lluvia: Thairine

va tocada con un sombrerito de rafia y con una redecilla hasta los ojos; dobla el aliento, suspira

y amenaza jugando con levantarse las enaguas y enseñarnos fuencarral.

Qué oscuro más grande el del color de sus ojos, que casi no le caben en la cara, pestañudos y

cejones, limpios y duros. Thairine tiene más ojos que mirada y la piel pálida y los labios entreabiertos,

fruncidos de textura, con los dientes grandotes y cuadrados y la cabeza ladeada de fingida pena.

Tal vez Thairine soltará los seis frenos para darse en ocultos caracoles, hablando alto de voz pero

musitando las delicias.

 

 

 


 

 

 

 

 

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