LA CONDENA
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Una brusca negación de la oscuridad
en la habitación cerrada
sorprendió a los objetos en su tránsito de corrupción.
Cegada, indistinta,
la materia
crujió por sus tendones más débiles
y palpamos sustancias en lo negro
súbitamente heladas y endurecidas.
El conjunto se supo mortal
pero gimió pidiendo luz a lo desconocido.
Dislocado, nuestro lenguaje clamó
a una máquina descompuesta en el cielo.
Entonces ¿no estaremos a salvo
con gritos en la noche? ¿A qué poder fueron infieles
los días de la apariencia?
La gravedad
fue nuestro único destino. Con todo el peso
caímos dormimos, en un círculo reventado,
y eso fue lo mejor que pudo sucedernos.
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Joaquín O. Giannuzzi
del blog Maierismos
[maierismos.com]
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