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Brittany
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Considerando que el hombre humano sufre y que, a pesar de ello, sale a la calle a estirar las piernas,
y se sienta después en su sillón preferido, y se afila los dientes carnívoros para merendar dos veces, ¿le
preguntaremos, acaso, a Brittany, por qué grita si grita, por qué no grita cuando no grita?
Si el hombre humano vive, vive, y un día cualquiera se muere, muere, ¿convenceremos a Brittany de
que ella es menos mortal o de que ya ha vivido suficiente o de que su vida ha sido todo lo intensa que podía ser?
Le pondríamos, a las buenas, una panadería para que vendiera panes grandes y panes pequeños;
le ataríamos, a las malas, un perro muerto a la cintura, ¿dejaría, por ello, de sufrir, a las buenas o a las malas,
o pondríamos, de este modo, sin quererlo, más dolor dentro de su grito, más grito clavado en su dolor?
‘Entre el dolor y el placer median tres criaturas, de las cuales la una mira a un muro, la segunda usa de
ánimo triste y la tercera avanza de puntillas’ —lo dijo el poeta, gran conocedor de dolores.
Pero nosotros no sabemos cuál es el órgano inexacto del que sale el grito; ni sabemos, tan solo, si está
en nuestro cuerpo humano o si más bien nos llega de las horas del tiempo o de los prójimos otros.
Esta mujer que grita, ¿no tiene acaso su antes, su después y su mientras? ¿no es hija de padre y madre
aunque ya huela a muerte su vestido?
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Fotografía de Lee Jeffries, Brittany
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