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manuel vilas

 

  gran vilas

 

 

ed. visor
madrid
2012

 

 

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el españoleto

 

 

 

A ti te lo puedo decir, amor de mis amores,
sangre de mi sangre, reina testaruda de la nada en que acabaré,
—gracias demos a Dios que sabrá devolvernos,
nulos al fin, ya tranquilos, en nuestra nada—,
a ti sí puedo decirte que sueño un poco,
a veces más que un poco,
con la destrucción de España,
con la defenestración de sus élites,
con quemar su historia y a sus líderes y a sus cantantes,
y a sus futbolistas y a sus toreros y a sus nobles y a sus actores
y a sus libros de éxito y a su televisión española,
sueño con eso, con calentarme las manos en ese fuego
cuando llega el invierno y nieva mucho en los Pirineos,
mi santa tierra,
solo mía,
inocente de mí,
buena persona siempre, sabedlo, no obstante.

 

 

Sueño con el aniquilamiento
de la vida peninsular tal como la conocemos,
sueño con el delirio final de todos nosotros,
los ancianos españoles,
muertos de miedo,
solo salvaría el Tren de Alta Velocidad,
y algunas películas de Buñuel y de Berlanga,
porque soy un sentimental y estoy enamorado
y me pone a mil que me hablen en la lengua de Cervantes.

 

 

Que Vilas sea español, que le den, dijo
un sádico arcángel un 19 de julio de 1962.

 

 

A ver qué hace, dijo otro, será interesante ver eso.
Seguro que se hunde, pobre diablo, no podrá con eso.
Se matará, se colgará, se dará la bebida, beberá
hasta reventar, o delinquirá
o se convertirá en un drogadicto, en escoria barata.

 

 

Qué buena idea, sí, dijo el arcángel San Miguel
con una copa de vino de Rioja en la mano.
Apostemos fuerte por el Gran Vilas y su hispánico destino.
A ver cómo se apaña con España, dijeron todos
mientras reían y bebían y fornicaban
en la alta oscuridad del Paraíso.

 

 

Bah, hicisteis bien, colegas,
amo este país, lo amo mucho,
daría mi vida por él y no es coña,
lo amo porque en España
las mujeres son mejores que los hombres desde siempre,
hicisteis bien, hijosdeputa,
y sabed que lo mismo da España que Francia, China o Rusia,
Italia que Alemania, Suecia que Finlandia,
lo mismo da, hermanos míos,
la vida es buena y ya la misma en todas partes,
pero sí, la jodida España era mi sitio,
el lugar de mi arcangelidad
dionisíaca, veraniega y popular.
Allí estuvisteis de fábula, pequeños hijosdeputa,
reinones del celestial azar,
libidinoso y acre.

 

 

I love sweet, España.
Yo soy el españoleto, y me encanta.
Vilas, el españoleto final,
como el gran Ribera,
un hombre de infinito talento.

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