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la cebolla buena
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La cebolla está perdiendo sus máximas sustancias, su intención vegetal,
su perseverante aroma de llanto.
Está ya quieta, caída sobre la tierra, y por el vientre roto se derrama
el verde bonito de su esfera, de su átomo, de su pequeño planeta.
Tiene el culo muerto de morados y negros malos, deshilachado, irreversible.
Por dentro, se le están desordenando sus espléndidos y turgentes mantos
blancos y su ilustre corazón de agua detenida.
La cebolla ha entregado su alma de bola loca, su perfeccionista manía vegetal
de superponer, con exquisito ajuste, capa tras capa tras capa, tal vez escondiéndose
de sí misma o haciéndose la interesante como una ostra.
Quizá fue una cebolla buena, pero eso no importa.
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