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safo
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Hay un aire metafísico en su vacío, o un vacío en su aire metafísico. Tal vez está queriendo meter todos
sus poemas en un solo silencio, en un paquetito mudo que podrá atarse al tobillo antes de tirarse al mar.
Safo está pensando en binario porque es un lenguaje que le gusta a la hora de tomar decisiones, y sabe
que, si saca el 1, resonará hasta el infinito, pero si saca el 0, todo callará.
Está hermosa como una gallina negra que quiere morirse con alma y todo, aunque le cae antipática toda
la parentela de la muerte y sabe que la sombra es gorda y gorda: dos veces gorda, sombra a sombra.
Safo, para ayudarse a decidir, se va añadiendo ceros a la izquierda, se cuenta las piernas, se pone entre
paréntesis, se escucha redonda entre sus tímpanos alucinados.
No hay nadie, no hay nadie, tan sólo piedras de par en par, hasta el hueso: nadie la busca, nadie la reconoce:
se siente áspera y melenuda, entre barrotes y sin adentros. Tiene las ojeras crecidas de tamaño e irritadas
de color y oye que la sierra de su alma se ha puesto en marcha para cortar y cortar: como en los enormes
mataderos, descuartiza a los caballos que todavía están vivos, que relinchan y buscan el origen del dolor
con los ojos abiertos.
Está más humana con los pies descalzos, tal vez entonando una de esas canciones que aprendió de su madre
o de la vida; cualquiera de esos cantos que ella escribió a lirazos, enamorada y hermosísima.
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Narciso de Alfonso
Merodeos: el desnudo femenino en la pintura
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Charles Mengin
Sappho -1877
Óleo sobre lienzo de 230.7 X 151.1 cm
Ubicación: Manchester Art Gallery
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