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la adolescente pura
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Ruby es una adolescente pura a la orilla de un
océano blanco, y uno, sencillo merodeador, viéndola,
mirándola en la ventanita, se vuelve también puro
y quizá incluso adolescente: se dice que tenemos
la edad de lo que amamos.
Luego, enseguida, cuando dejo de ver y de mirar
a Ruby, de amarla visualmente, vuelvo a mis años
y mi cabeza se vuelve impura, como ha sido siempre.
Ella lleva un sencillo peto tejano o vaquero,
abrochado en el ojal más alto de los simples
tirantes que visten escuetamente sus dulces
hombros.
El viento y la brisa le despeinan apenas el
cabello, la sencilla melena de color castaño
con la que va por la vida, aún adolescenteando,
pero pronto, enseguida, se le pondrá mirada de
mujer y boca de mujer y gestos de mujer y
actitud de mujer, y acabará siendo una mujer,
aunque se espera que conserve siempre unos
gramos, unos milígramos de pureza adolescente,
que es algo que no se encuentra en el mercado
del capital. [/ezcol_1half_end]
Viendo, mirando a Ruby, se hace quizá más patente que la piel es un asunto continuo: la misma piel de sus brazos,
del pecho con un corazoncito de oro, de los hombros y del cuello, sigue, se continúa de manera unánime en su cara,
y llega hasta sus ojos, a los que envuelve y protege, y hasta su mirada.
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