stanton
Lee Jeffries, el fotógrafo de Stanton, ha titulado esta foto ‘El final del verano’, lo que nos permite saber que
este hombre está buscando, con la posición de la cara y los ojos cerrados, los últimos soles de la temporada.
Uno tiende a pensar que algunas o bastantes o muchas de las personas de esta humanidad última, han
perdido la apuesta de su vida –su vida como apuesta- o, mejor, alguna de las varias apuestas de su vida.
Aunque, tal vez, no fueran ellos mismos los que apostaron, o ni siquiera llegaron a saber que habían aceptado
una apuesta. Porque en este juego, con frecuencia, no cuenta el verdadero sentido de las cosas: ganan o pierden
las apariencias: las normas son miserables y uno queda descalabrado por la apariencia de una derrota –que
no por ser apariencia es menos virulenta-.
Sabemos que a veces las cosas no son como son, pero tampoco son de otra manera.
También sabemos que, a veces, la vida no tiene sentido o, incluso, que en gran parte nunca sucedió. Pero
estos datos, que son ciertos, no se aceptan como justificantes, ni siquiera como atenuantes.
Hubo, para él, para Stanton, algo así como una separación de las cosas y la tierra quedó en una extraña penumbra:
se le perdieron los colores, las diferencias: y cuando no hay diferencias todo es una sola y gran indiferencia: infiltrante,
insidiosa, implacable.
Ya conocemos cómo sigue su historia sin historia: nadie sabrá su nombre; irá sobreviviendo de sol y chocolate;
no conseguirá juntar el principio con el fin: sólo le quedará, tal vez, si acaso, su estilo tan propiamente vegetal
de detenerse, tomando el último sol, como olfateando el aire, la última brisa del día, a medio camino entre la nada
y la nada, detenido en los peldaños de una escalera tonta, sin sentido, que nunca sube ni baja a ningún sitio.
Narciso de Alfonso
merodeos: la humanidad última
© Fotografía de Lee Jeffries
A primera mirada, el hombre me pareció estar más allá de todo, indiferente a las superficialidades que transitamos en la vida. La sensación: «probablemente si se hubiera dado cuenta antes…» no es tan fuerte como el sosiego de conciencia. Lindo traje, en fin, miradas… 😀
¡que sólo es grave la muerte, hombre!, y ni siquiera…
Mabel: se trata de un merodeo, que no es siquiera una teoría mínima de la situación de este hombre. El merodeo
es, por definición, la estrategia de los enamorados: volver sobre el asunto, insistir para comprender algo más, no pasar por
encima como sobre ascuas. Quizá lo que es una -primera- propuesta de explicación resulte trivial: con todo, hay -para mí- una
vía que no conviene utilizar: la generalización: un merodeo es siempre concreto, se aleja de la teoría -o lo intenta-.
Mabel: sigo -disculpa por tanta palabra junta-. Otra de las pretensiones del merodeo es atravesar las apariencias. En los
dos mensajes tuyos hablas de soluciones prácticas: si se hubiera dado cuenta antes no estaría en la miseria; en el segundo
mensaje me dices que no me lo tome a la tremenda, que ni siquiera la muerte.
El sosiego de la conciencia del tipo es superior o mejor que las superficialidades de la vida: sin duda. Pero -entiendo- que
hablamos de una pobreza de solemnidad -no sé si se dice así en Argentina-: hablamos de la miseria: lo malo de la miseria
es que la pobreza se ha hecho excesiva en duración y profundidad, y el tipo vive en la intemperie interminable. Pero lo malo
de la intemperie no es que no le sobre dinero -que es la apariencia- sino que ha perdido la posibilidad de decidir entre iguales.
No tiene un lugar entre los hombres desde el que pueda influir, en ninguno de los ámbitos de la vida, con sus decisiones.
Ya: espero no haber resultado excesivamente grave. Pero ¿por qué están, existen, esos tipos y tipas? ¿Se trata de algo
voluntario? ¿Cuáles son -si las tiene- las razones de un mendigo -no de la mendicidad, sino de muchos mendigos concretos?
Es el sentido de este merodeo; y de todos los demás.
Un saludo cordial
Gracias
Narciso