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la reina del ajedrez

Julia está larguirucha de proporciones, más bien lineal, longitudinal,

paseando con elegancia junto a los ventanales de piedra, ensimismada

en blanco y negro como si fuera simultáneamente las dos crueles reinas

del ajedrez y planeara hacerse un jaque mate venenoso después de

sacrificar las piezas de los dos colores, siempre caminando por el borde

tierno de un sepulcro de tierra.

La reina del ajedrez tiene el cerebro de la vida, muestra el blanco y el

en movimiento, cambiando de forma pero sin mezclarse nunca para

formar el gris. A veces se oscurece como si cerrara los ojos; a veces

azulea como el alcohol que está en la lluvia; a veces se mantiene en

su pleno esplendor blanco y negro, como hacen las vacas.

         Julia se pregunta si ella es una de esas cosas malas que suceden

a la gente buena. A veces, de noche, enciende la luz para no ver su propia

oscuridad. A veces, como todos, derrama su vaso de blanca leche. A veces

se dice que tal vez necesita unas manos de hombre, una mirada de hombre,

una incomprensión de hombre, pero, de pronto, encuentra unos amapolones

de Estambul y se olvida de todo. 

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Narciso de Alfonso

Merodeos populares: la reina del ajedrez


 

 

 

 

 

 

 

 

 

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