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Natalia O'Nous

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natalia en su pecera

 

Como sencillo merodeador hecho a casi todo, viene a darme igual que sea ella

o que sea yo quien esté metido en la pecera bonita de color y limpia de cristales,

con un agua tan clara que parece un aire diáfano, casi verde.

Podría pasarme muchos días, muchos días y muchos horas con este juego,

aunque después su imagen obligara a mi memoria a la hora de la siesta del

mediodía y perturbara mi sueño de medianoche.

Natalia apoya la mano contra el cristal de la pecera, y tiene una expresión de

intensa curiosidad, como si nunca hubiera visto a un ser humano –o a un pez-,

o como si solamente los hubiese visto sin observación ni cierta demora.

Apostaría a que es ella la que no conoce el tiempo, la que no sabe ponerse

los pantalones, la que canta aspirando, como si se ahogara. Tiene que

escucharme en bloque, pero no con los oídos de las orejas, sino con los

pámpanos occipitales.

Uno aprecia sus labios oscuros, del mismo color de la asfixia, y ese tono

entredorado de su piel y de su pelo, y ese verde piscina de las escamas

de su falda.

Parece sosegada, como si estuviera en su casa o en su pecera, como si fuera

la anfitriona.

‘Noches de tacto, días de abstracción’ –dijo el poeta. Uno aprecia también

esa mirada soñadora y astuta, los dos ojos claros de un verde incoloro, la nariz

con todas sus líneas bien perfiladas y visibles, las cejas como dos arcos

soberanos demasiado altos. 

De verde y oro, Natalia es una mujer que sabe estar: sin pena física, de pórtico

influyente y hermosa de agallas, lleva de la mano a su dulce personaje. 

La veo entre reflejos, humanamente, durante su rostro fijo y superpuesta

de brazos como aletas. ¿Y sus corales complementarios?

Cautiva en su enorme libertad,

Natalia parece ser una pececilla formal, responsable de sus actos y de sus

branquias azules, que tal vez pone huevos a miles o a millones, entre

las plantas acuáticas, con cuidado y dulzura, abanicándolos suavemente

con su cola irreparable.

Quizá feliz con sus cositas y con su oxígeno puro, siempre escolar y fresca,

siempre boqueando con tenacidad: días ingenuos, días eternos, insaciables

ganas de nivel y de amor.

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Narciso de Alfonso

Merodeos populares: natalia

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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