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Nastya-Kusakina

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sin aspavientos

Nastya tiene el cabello puro, cualitativo,

claramente solar. Nos mira con los ojos

de una exacta secretaria: con formalidad,

con reconvención y sin piedad: en voz baja,

nos dice que sobramos en su presencia

y en la vida y que le hacemos perder el tiempo.

Merodeando con sencillez, la veo en sus carriles,

en sus líneas de luz y en sus esquinas, apoyada

de codos y con el cuerpo haciendo ladera,

inclinado en vertiente, con un orgullo que parece

clásico y durante un rostro que está fijo, pero

sin sus asnos complementarios, a los que tal

vez haya dejado afuera, atados a un árbol.

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La veo también nítida, externa, demasiado segura de su inseguridad, con la cara partida por la luz y como escondiendo

la mala causa, que tal vez tiene un enorme parecido con su sombra. Nastya es una mujer que puede escoltarse a sí misma,

como el que lleva reloj y ha visto a Dios.

¿Habrá sido niña, aunque fuera solamente un día, una hora, un instante? Y si fue niña en tiempo de infancia, ¿recordará

algo de aquel entonces? ¿Por qué ha elegido ser terrible, áspera, intransigente, tal vez inhumana?

Está hermosa de manos prácticas, con las uñas cortas y las articulaciones nudosas de los dedos. ¿Y si no quiere plantearse

historias que no quepan en su vida? Tal vez la belleza tiene los átomos minúsculos, contrariados, adolescentes, que aman

la velocidad pero desobedecen el principio de incertidumbre, y lo que vemos de Nastya son, sobre todo, esos átomos

contrariados, sin electrones libres, que se le han subido a la cara para provocar al que tienen delante, impulsivos como

adolescentes.

En su nicho ecológico y con un pelo sin aspavientos, la luz la parte en dos sin abrazarse, y nosotros, merodeando, hemos

llegado a sospechar que quizá las apariencias y los átomos la hacen más verdadera y más ácida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Narciso de Alfonso

Merodeos populares: sin aspavientos


 

 

 

 

 

 

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