coloryr

 

la realidad y la vida

 

 

El fotógrafo de los contrastes nos ha dejado aquí, embocando una calle en blanco y negro

que, de pronto, al iniciar la curva, se colorea de mujer y de otros colores menos importantes: dos

luces amarillas, las verdes hojas de un árbol, una pared rojo sangre.

La imagen de la mujer que da color a la foto es pequeña; ella está detenida al borde de la acera,

mirando la fachada o la ventana de una casa, con una bolsa blanca en la mano.

El paso del blanco y negro al color, puede deberse a que la calle sea indecisa, naturalmente,

aunque para explicar el fenómeno, tal vez sea más útil el hecho de que la vida es en color, mientras

que la realidad es en blanco y negro.

Hasta que la mujer entra en escena, la calle es simplemente real, como cuando salimos con los

zapatos viejos, cualquier lunes de invierno por la mañana.

Pero la mujer pone vida, mete sus colores femeninos y ya todo suelta color y se hace más vivo: la calle

da un salto cualitativo: se pone contenta, se hace más feliz, sus electrones bonitos vibran y saltan de alegría.

 

La realidad, en cambio, además de quedarse en el triste blanco y negro, es más áspera, más tozuda, quizá

más segura de sí misma pero más hosca y antipática, mucho menos amable.

En el color está el paraíso, en la realidad está más bien el dolor. La vida, derrocha, gana por un exceso

de abundancia, mientras que la realidad no quiere gastar, economiza, es más bien tacaña, y no se cambia

de traje hasta que el que lleva puesto está raído y hace brillos.

 

Dicho de otra manera: la vida es la cantante, un poco histriónica, mientras que la realidad se ha quedado

en vendedora de berberechos. La vida está enamorada, la realidad es viuda.

 

El mérito, la virtud, la habilidad del fotógrafo está, naturalmente, en haber captado la transición, el cambio,

el salto de la realidad a la vida, que así, en concreto, en el espacio particular y más bien escaso de una calle,

exige pericia: se trata de una imagen muy perseguida, altamente codiciada, muy difícil de capturar.

 

 

 

 

 

 

Narciso de Alfonso

© Fotografía de Servando Gotor Sangil

Merodeos: urbanos y suburbanos


 

 

 

 

 

 

 

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