Juliet y Mel

Sí, la vida está llena de muertos, de cadáveres, de hombres y mujeres que mejor sería que

no hubiesen nacido, o que se hubieran muerto al nacer, en vez de andar por el mundo quitando

calor, quitando pasión, quitando las ganas a todos los de su alrededor, que a veces son muchos.

– No oyes algo así como un chupeteo, Juliet?

– ¿Un chupeteo? No oigo nada, Mel. ¿Cuánto hace que no vas al otorrino?

– Sí, es como un chupeteo, como el ruido de un beso al aire, una boca que succiona… cada vez

es más fuerte, ¿lo oyes, Juliet?

– Ya te he dicho que no oigo nada raro, y menos un chupeteo.

– ¿Está Sally en casa? – No, ha salido, estamos solos, Mel.

– Quizá son los del piso de arriba…

– No hay piso de arriba, Mel.

– Pues del de abajo…

– Tampoco hay piso de abajo, Mel.

– No sé, de los vecinos, de algún vecino…

– No vive nadie en diez kilómetros a la redonda, ya lo sabes.

– ¿Y el chupeteo, entonces? Es más bien un beso al aire, sí, un sonoro beso al aire.

– ¿Quién va a besar el aire, Mel? Está sólo en tu oído, convéncete.

– Lo oigo fuera de mi cabeza, Juliet, cercano pero fuera de mí… quizá el grifo, el desagüe, el lavavajillas,

el frigorífico… voy a ver el baño y la cocina, Juliet.

– Muy bien, Mel. Mira también la boca de riego, que a veces hace ruidos extraños.

– Nada, Juliet, he salido al jardín y lo mismo, el beso al aire me sigue allí adonde voy, cercano, insinuante,

lujurioso…

– Caray, Mel, cada vez se pone más emocionante la cosa.

– No te rías, Juliet… cálido, intenso, profundo…

– Eso no es un beso a secas, Mel, es toda una promoción porno.

– Por favor, Juliet… de unos labios rojos y húmedos, gruesos y sensuales, de una boca del tamaño y del color

de una herida…

– Mel, contrólate un poco, cielo.

– Dios mío, todo mi cuerpo cabría en ese beso, sí, es como si me besara desde dentro, lo siento en todo mi

cuerpo a la vez…

– Mel, eso no es un beso sino una indigestión. ¿Te ha sentado bien la comida?

– Ah, ya comprendo, Juliet, ya comprendo… es ella… no la imaginaba así…

– ¿Quién es ella, Mel?

– Recuerda, Juliet, que me entierren junto a mi madre, y nada de epitafios.

 

 

 

 

 

 

 

Narciso de Alfonso

Parejas vivas


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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